Latinoamericanismos en los años 90: promesas de una sociedad emergente (primeras notas al Coloquio Internacional de Porto Alegre de 1995)

Latin Americanisms in the ’90s: Promises of an emerging society (First notes to the 1995 Porto Alegre International Colloquium)

Silvana Santucci

Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral

Universidad Nacional del Litoral /

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

silvanasantucci@conicet.gov.ar

Resumen: El latinoamericanismo como una modalidad discursiva específica del territorio de la teoría literaria latinoamericana emerge como un espacio de pensamiento estético y crítico-literario que vuelve a tomar impulso, al menos desde una revisión históricista, en estas primeras décadas del siglo xxi. Asimismo, lo consideramos un área de elaboración de ficciones teóricas que toman por objeto las formas, las relaciones y las dimensiones materiales de las producciones artísticas y literarias de y en América Latina. En este trabajo nos proponemos explorar un capítulo del mismo, efectuado a instancias de la formación del Mercado Común del Sur (Mercosur) a mediados de la década de los años noventa; nos referimos al Coloquio Internacional “O discurso crítico na América Latina” realizado en Porto Alegre en 1995. Allí se construyó un diálogo con perspectiva continental que intentaba trazar un mapa de problemas comunes y una agenda de elaboración epistemológica e investigativa centrada en la integración del Cono Sur que todavía corresponde explorar.

Palabras clave: Latinoamericanismo, Coloquio Internacional Porto Alegre, Tania Franco Carvalhal,Teoría Literaria Latinoamericana.

Abstract: Latin Americanism as a specific discursive modality of the territory of Latin American literary theory emerges as a space of aesthetic and critical-literary thought that is gaining momentum again, at least from a historical review, in these first decades of the 21st century. Likewise, we consider it an area of elaboration of theoretical fictions that take as their object the forms, relations and material dimensions of artistic and literary productions of and in Latin America. In this paper we propose to explore a chapter of the same, carried out at the time of the formation of Mercosur (Mercado Común del Sur) in the mid-1990s; we refer to the International Colloquium “O discurso crítico na América Latina” (Critical Discourse in Latin America) held in Porto Alegre in 1995. There, a dialogue was built with a continental perspective that attempted to draw a map of common problems and an agenda of epistemological and research elaboration centered on the integration of the Southern Cone that should be explored.

Keywords: Latin Americanism, Porto Alegre International Colloquium, Tania Franco Carvalhal, Latin American Literary Theory.

Recibido: 28 de febrero de 2025

Aceptado: 4 de abril de 2025

doi: 10.15174/rv.v18i36.845

...porque el cartógrafo sabe que no hay manera: ese desafío

permanente es el motor mismo de la creación de sentido.

Cartografía sentimental, Suely Rolnik

Acerca de una teoría literaria latinoamericana

El latinoamericanismo como una modalidad discursiva específica del territorio de la teoría literaria latinoamericana emerge como un espacio de pensamiento estético y crítico-literario que vuelve a tomar impulso, al menos desde una revisión historicista, en estas primeras décadas del siglo xxi. Desde la perspectiva que nos interesa, su valor se funda en la posibilidad de producir ficciones teóricas1 que toman por objeto las formas, las relaciones y las dimensiones materiales de las producciones artísticas y literarias de y en América Latina. Hasta el presente, las reconstrucciones del latinoamericanismo como campo específico2 asumen que su constitución como teoría literaria está integrado por un corpus clásico de ensayos y autores3 organizado con base en dos criterios eficazmente aceptados desde el siglo xix hasta la era postsoviética: la utopía continentalista que le imprimiera, como proyecto vital, Pedro Henríquez Ureña y también la universalidad modernista del renacimiento latinoamericano reinventado, filológicamente a mediados de siglo, por José Lezama Lima.4 Este proceso fue interpelado a partir de los años sesenta y setenta por las formulaciones e intervenciones institucionalistas de Antonio Cándido y Ángel Rama, interesados en la delimitación formal de un “sistema” literario. En este sentido, las enunciaciones de Ureña cristalizaron los aspectos dominantes del imaginario y la episteme sobre la literatura que hegemonizó las discusiones sobre América Latina en el siglo xx, puesto que el valor relacional con que se ponderó la producción de pensamiento latinoamericano estuvo organizado alrededor del sistema lingüístico, por lo tanto, se configuró con arreglo a un sistema de valor económico y cultural, es decir, estableciendo los límites de un mercado de emergencia y producción vinculado a un régimen de identidades sociales con localizaciones no exclusivamente nacionales. Así, la preeminencia en el foco lingüístico de raíz hispánica, es decir, que separa lo producido en lengua española de las producciones en “idiomas extranjeros” caracterizó profundamente la operatividad pública de la imaginación literaria continental en América Latina durante el siglo pasado.

Por otro lado, el corpus específico que Henríquez Ureña diseña y sostiene en su interior una distinción clásica que diferencia dos posiciones de lectura frente al debate entre saberes y poderes en este campo de trabajo: el nuestroamericanismo martiano (que pondera lo vernáculo) y el arielismo de Rodó (que discute el imperialismo norteamericano y el carácter metropolitano de las producciones). Tal separación, no se corresponde con un simple dualismo maniqueo, sino que integra visiones generales de conjunto que ponderan continentalismos focalizados en distintas relaciones interiores de fuerza y concentraciones de poder marcadas, profundamente, por la historia de las relaciones coloniales en y entre los diferentes países. Estas visiones se extienden hasta nuestros días, aunque ya no como una afirmación estrictamente productiva para la teoría literaria y estética, sino que aparecen como una bipolaridad puesta siempre en tensión y dispuesta por el capitalismo trasnacional que merece ser, también, profundamente cuestionada, revisada y reevaluada —tal como se lo ha venido haciendo— sin desconocer los procesos de modernización, integración y dependencia de los estados latinoamericanos. Aspectos que, en este trabajo, buscamos poner en consideración.5

Por lo tanto, la producción latinoamericanista actual de la teoría literaria no puede medirse sólo con base en la situacionalidad lingüística de su práctica, sino en función del diseño de sus proyectos y programas, de allí que se la estudie, tal como propone De Giovanni (2024), como una constante “vinculada a la formación de mercados regionales” (47); desde donde no puede ya descartarse el bilingüismo de los agentes u objetar las situaciones de tránsito, circulación y migración que caracteriza el presente de estas escrituras y trazan relaciones críticas con las agendas condicionadas geopolíticamente.

Al respecto, fue Nelly Richard, avanzados los años noventa (1997), quien cruzó, retomando una metáfora de Jean Franco, la variable del cuerpo para repensar la valencia crítica de lo latinoamericano en relación y tensión con el latinoamericanismo, al que consideraba también como una “relación social de administración del conocimiento”. Richard diferenció hablar desde Latinoamérica de hablar sobre Latinoamérica como “dos situaciones enunciativas atravesadas por relaciones institucionales desiguales de saber-poder” (346) Para esta crítica: “la autoridad conceptual implicada en el hablar sobre Latinoamérica desde la academia internacional se ejerce a través de una división del trabajo que, en el inconsciente de muchos de los discursos del latinoamericanismo, suele oponer teoría y práctica, razón y materia, conocimiento y realidad, discurso y experiencia, mediación e inmediatez”, entre otras (Richard 346).

Por consiguiente, la dificultad del mapeo radica en asumir que no hay manera de cartografiar (o de totalizar en un solo mapa) la creación de sentido en torno al latinoamericanismo, por eso optamos, como gesto, por referirlo en sus plurales. Sin embargo, el motor mismo de la discusión para cifrarse en la premisa de no abandonar ese desafío permanente. Así, ingresamos a este espacio de producción de pensamiento desde una perspectiva que busca evitar el establecimiento de cualquier cerrazón en sí misma, garantizada por la tranquilidad de tener un método eficiente de abordaje para la producción de resultados.

En este marco, entonces, nos proponemos explorar un capítulo mínimo del/los latinoamericanismo/s de los años noventa efectuado a instancias de la formación del último mercado regional impulsado con fuerza en el continente: el Mercado Común del Sur (Mercosur) (1991).6 Nos referimos al Coloquio Internacional “O discurso crítico na América Latina” realizado en Porto Alegre en 1995.

Entendemos que allí se buscó construir un diálogo con perspectiva continental, desde el que se intentó trazar un mapa de problemas comunes y una agenda de elaboración epistemológica e investigativa centrada en la integración de la producción universitaria y académica de varios países limítrofes del Cono Sur (Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y Bolivia); una agenda que cabe explorarse aún en profundidad. La importancia de este Coloquio se verifica no sólo en la calidad de la propuesta, sino en la definición de un programa cuyos objetivos conviene no perder de vista, en especial ante la búsqueda frecuente de respuestas inaugurales a interrogantes que han sido anteriormente elaborados y enormemente transitados desde las formulaciones crítico-literarias de América Latina.

A la búsqueda de comunidades solidarias

Tal como anticipamos, entre el 19 y el 21 de septiembre de 1995 se desarrolló en Porto Alegre el Coloquio Internacional “O discurso crítico na América Latina”. Fue motorizado por una organización conjunta entre el Instituto de Letras de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (ufrgs) y el Instituto Provincial del Libro, dependiente de la Secretaría Cultura de ese estado brasileño. Entre los objetivos del encuentro estaba el de constituirse como una primera iniciativa para definir los lineamientos de un proyecto de investigación conjunto denominado Literatura comparada en el Cono Sur. Se proponía que estuviese integrado por docentes-investigadores de la ufrgs, de otras y diversas universidades brasileñas, así como de investigadores de algunos de países vecinos. Una de las motivadoras y, finalmente, organizadora del libro que reúne los trabajos resultantes (publicado por la Editorial de unisinos en marzo de 1996) fue Tania Franco Carvalhal. Fallecida en 2006, la trayectoria de Franco Carvalhal como profesora titular de Teoría Literaria y luego emérita de la ufrgs e investigadora del Consejo Nacional Brasileño de Investigaciones, y también como fundadora y primera presidente de la abralic y presidenta, a partir de 2004, de la Asociación Internacional de Literatura Comparada (ailc/icla), expone a las claras no sólo una vocación esforzada por reunir voluntades internacionales de proyección intercultural, sino una autoridad intelectual suficiente como para proponer un mapeo de las líneas teóricas desarrolladas hasta ese momento en el sur latinoamericano.7

Según introduce Franco Carvalhal (1996), los académicos participantes se reunieron en torno al “discurso crítico latinoamericano” como tema de interés, para articular, desde allí, diversos desarrollos en crítica literaria, investigaciones semiológicas, comparatistas, estudios feministas, debates sobre los usos de la lengua con perspectiva antropológica y descripción de procesos culturales, entre varios otros. Como metodología para el encuentro, se proporcionó por áreas un “texto de trabajo” elaborado por uno de los asistentes, que el resto de una mesa expositiva debía abordar para la discusión. De manera que el libro teje una suerte de reflexión continua, una puesta en perspectiva por capítulos, de diferentes orientaciones teórico-críticas sobre tópicos desarrollados por un especialista. El objetivo era establecer un grupo de trabajo que permitiese inicialmente definir líneas de investigación compartidas por los participantes de los diferentes países. Pero. ¿por dónde se idearon estos criterios para imaginar lo común? Según describe Franco Carvalhal, el proyecto “Literatura Comparada en el Cono Sur” estuvo articulado en torno a dos argumentos o dos realidades compartidas que componían la base de la discusión. El primero respondía a un carácter organizativo y empezaba a emerger como demanda creciente de la época: la necesidad de identificar y configurar “comunidades solidarias” que, sin considerar el argumento de pertenecer a una misma fundamentación ideológica o a una lengua común, impulsasen una integración conforme a intereses varios, sean estos políticos o económicos (Franco 3-4). Así, este proceso de internacionalización de problemas y de búsqueda de globalidad puede comprenderse como una derivación de los primeros impactos de la conformación del Mercosur. Un espacio que reunía, en principio, países fronterizos de la región del Cono Sur, asociando a Brasil —de habla portuguesa— con países de habla hispana y desde donde se motorizó un procedimiento de apertura de fronteras que buscó afirmar lazos entre la población, registrando, también, la existencia de una historia común colonial como variable ordenadora entre los distintos pueblos. Es decir, esos lazos solidarios estaban motivados por el registro o la detección de algunos “trazos culturales semejantes” en la región (4). En ese contexto, Franco Carvalhal entiende que la literatura comparada, “como práctica de investigación de relaciones transnacionales se volvía útil para la identificación de esas semejanzas y diferencias [...] y para la demarcación de especificidades en el conjunto plurinacional, necesaria en el momento actual de delimitación especial de esa comunidad” (4).

Por otra parte, el segundo argumento en favor del propio proyecto adviene de la aproximación del final de milenio, también entendido como un ultra-pasaje en ciernes de otra situación de frontera: la temporal. Así, el proceso de fin de milenio como época de transición estimulaba “a pensar en el futuro reviendo el pasado” (Carvalhal 4). Por lo tanto, indagar sobre el discurso crítico latinoamericano, sobre su constitución y sobre las formas de umbral con que se enfrentaba al fin de siglo, obligaba a “pensar la vida intelectual de América Latina en las múltiples relaciones establecidas con otros contextos culturales” (Carvalhal 4). En consecuencia, se buscaba observar cómo cada región había reaccionado a los influjos externos, modelando sus criterios y categorías sea conforme a normas extranjeras, o bien, a partir de una “apropiación creativa expresada en realidades contextuales propias” (Carvalhal 3-5).

Ese proceso transicional de fin de siglo, enmarcado, a su vez, como una “era global” o de “globalización”, propulsaba a pensar a América Latina como contexto cultural integrado en un orden mundial (con la conformación de la Unión Europea como antecedente reciente8) que debía revisar las relaciones internas entre los diversos países que la integraban. Americe Latina volvía a aparecer, de nuevo, como una promesa. Pero no sólo como promesa de emergencia regional sino, más profundamente, como una expectativa futura de “sociedad emergente”, lo cual significaba también una promesa para la lectura: un trabajo conjunto por-venir para la identificación, búsqueda y conformación de una cohesión social, hecha, a su vez, del registro múltiples y pequeñas comunidades solidarias, las cuales podrían marcar desde su propio pulso un diseño metodológico para la tarea crítica y epistémica.

Como consecuencia de ello, adquiere importancia para los organizadores identificar “cómo cada contexto lee lo otro, o mejor, cómo investigadores de contextos diferentes leen las mismas cuestiones”9 (Carvalhal 3-5). Esta pluralidad intelectual expresada en el libro motorizaba, entonces, el continuum de un proyecto dialógico que bien puede ser atendido como un foro de reflexiones compartidas, pero también como la palabra de un presente que se implicaba, política y económicamente, con la emergencia de producir transformaciones en y desde el espacio académico. Se trataba de articular un nuevo registro administrativo del conocimiento frente al establecimiento internacional de las relaciones desiguales de saber-poder.

América Latina y su futuro. Acerca

del “Primer documento de trabajo”

Antes de que exista la versión española de “Estado de Excepción” (2004),10 la variable latinoamericana acerca de cómo vivir en un “estado de emergencia” empezaba a ponerse en discusión desde el Sur y tomaba la forma de un enigma a transitar desde la literatura, considerando a la academia como una comunidad de práctica valiosa para la generación de propuestas de abordaje.

Contrariamente a lo que suele suponerse del periodo, es posible asumir que hacia 1995, el latinoamericanismo como teoría literaria estuvo marcado por los comparatismos y los hispanismos,11 pero con una enorme proyección integrativa sobre las propias tradiciones. No sólo no se observa una discusión interesada en neoliberalizar las letras del continente, olvidando sus textos clásicos o los recorridos críticos de los diversos agentes que la formaron,12 sino que tampoco se plantea una búsqueda sintonizada con fórceps para adaptarse a las lógicas del mercado académico global, ni una subsunción a las metodologías provenientes de la filosofía, la sociología o de los estudios culturales. Al contrario, el énfasis en la producción interdisciplinaria contextualizada aparece como una constante plenamente demandada desde las apuestas de los trabajos.

Así, compuesto de veinticuatro textos pertenecientes a profesores de quince universidades latinoamericanas —entre ellos, Ana Pizarro, Tania Franco Carvalhal, Zulma Palermo, Emilia de Zuleta, Raúl Antelo, Eduardo F. Coutinho, Lisa Block de Behar, Wander Melo Miranda, Ricardo J. Kaliman, Nicolás Jorge Dorheim, Rita Terezinha Smith, entre otros—,13 O discurso crítico na América Latina compone un diálogo cruzado de ideas y nociones por fuera de la especificidades disciplinarias tradicionales que mantiene el orden de las exposiciones. En términos generales, el libro se interesa por explorar las condiciones necesarias para atender a la ficcionalización de esas nuevas comunidades solidarias, vinculadas a los surgimientos de las nuevas narrativas de migración, emergencia y precariedad. Así, esta mirada continental, con anclaje en la construcción regional de problemas comunes, parte de la identificación de temas compartidos para rastrear operadores críticos que le permitan delimitar agendas de investigación nuevas, o más amplias, con el objetivo de reenfocar sus métodos de trabajo.

De manera que, bajo la premisa en apariencia simple de buscar acuerdos para abordar la propia situación de frontera, la interrogación circulaba en torno a cómo construir esos acuerdos (una pregunta por el método), percibiendo los puntos de contacto desde una imaginación montajeada por la existencia de un espacio institucional plurinacional en conformación (el mercado cultural del Mercosur). Como efecto, se ponderaban los contactos que histórica e informalmente estos países ya propiciaban, pero sostenidos bajo “la forma de contrabando, la migración y el intercambio de elementos culturales” (Carvalhal 3). El intento de elaboración de categorías críticas con los recursos construidos se proponía dar cuenta de la globalidad de los fenómenos a ser analizados para diseñar, por fin, un “mapa cultural del Cono Sur, repensando los parámetros existentes, sean de naturaleza geográfica, histórico-política o sociológica” (4).

El proyecto integral, entonces, pretendía armonizar aspectos culturales de la expresión literaria “inherentes a los países fronterizos” (3) para, a partir de allí, establecer metodologías y criterios específicos a esos distintos objetos de investigación que pudieran surgir. Por lo tanto, se observa hacia fin de siglo un corrimiento o una lateralización del utopismo pedrista bajo la lógica de “lo posible”. América Latina se lanzaba a la búsqueda de sus “comunidades de solidaridad” sin abandonar el objetivo integrativo que motivaba a establecer variables para el pensamiento contextualizado y la elaboración dialógica de categorías que le permitiesen dar cuenta de la amplitud de sus propias experiencias literarias concretas.

Mucho es lo que correspondería examinar a partir de los diferentes trabajos del libro, pero dado que aquí proponemos sólo una entrada inicial, nos detendremos como factor general en la promesa de futuridad que todavía significaba América Latina para aquel presente.

Hoy, ante la crisis de las humanidades pensaríamos, con pocas dudas, que las variables más prometedoras para repensar “lo común latinoamericano” provienen de los discursos poshumanistas que desarticulan las relaciones entre naturaleza y cultura y desnaturalizan las relaciones de atribución de poder por la vía acumulativa del capital y sus imposiciones violentas, como las propuestas, por ejemplo, por David Kopenawa Yanomami (2015) y Ailton Krenak (2021). A partir de esos desarrollos, la naturaleza ya no puede pensarse como un recurso y la globalidad de las ideas de Occidente (modernidad, progreso, razón, dignidad, bienestar y libertad individual) manifiestan una ineficacia e ineficiencia profundas que las vuelve particularmente insostenibles.

Sin embargo, en aquel periodo el humanismo no estaba todavía puesto en cuestión, aunque sí los pares dicotómicos de la modernidad y racionalidad. Por lo tanto, el primer documento de trabajo presentado por Walter Melo Miranda (llamado “Pos-modernidade e tradição cultural”) aborda como objeto de estudio “las literaturas nacionales latinoamericanas desde un punto de vista histórico-cultural” (19). Las mismas eran definidas como resultantes de un proyecto político de construcción de una identidad cuyos trazos apuestan contradictoriamente por la imbricación de dos deseos, en la actualidad, profundamente tensionados. El primero, uno que se propone continuar compartiendo “valores occidentales” y, en segundo lugar, otro que se interesa por establecer “una legitimación de las particularidades locales” (19). Volvemos, la tensión entre la globalidad del pensamiento sobre lo humano y la naturaleza proporciona al presente matices de alcances maquínicos, más aún, si se pretende contextualizar desde allí, mínimamente, los fenómenos culturales locales y sus efectos sobre la noción de subjetividad. Incluso, las dificultades se profundizan si queremos interrogarnos sobre la pervivencia de éstos en la literatura.

Al respecto, Melo Miranda cuestiona el deseo de seguir compartiendo esos “valores occidentales tradicionales” en el contexto de sociedades postindustriales globalizadas, frente a las cuales las tradiciones literarias transmitidas quizá no continúen teniendo lugar, especialmente, cuando “se ven confrontadas con los nuevos medios de comunicación y de información contemporáneos” (19).

Para Melo Miranda, uno de los caminos más adecuados parece ser el de pensarlas, siguiendo a Gianni Vattimo (1985), en términos de tra-dizione, o sea, como transmisión e interpretación de mensajes en un sistema de difusión de modelos culturales en el cual “el carácter transnacional de la palabra literaria se articula contemporáneamente con las nuevas relaciones intersemióticas nacidas del advenimiento de los medios actuales de reproductibilidad técnica y de simulación audiovisual” (20). De manera que se observa que la pérdida de la hegemonía de la literatura en la civilización espectacular de la imagen acarrearía transformaciones que modifican la propia constitución del texto y su espacio de circulación social; algo que hoy resulta un hecho.

Con buen criterio, advierte que el objeto literario, “como las máquinas con las que interacciona, pasa a almacenar y producir energía en cantidad y calidad suficiente para mantener el circuito textual en operación” (20). Y propone, luego, una advertencia que también hoy resulta corriente: “el reprocesamiento de la memoria literaria por medio del empleo, muchas veces exhaustivo, de la metáfora de la literatura como archivo termina por considerar al texto como si fuese encargado de poner sobre la mesa una cuestión banal (de dónde venimos y para dónde vamos) desde la recuperación del acto de narrar como acto de sobrevivencia del narrador y como forma de intervención diferenciada en la historia” (20).14

Así, propone que esta manera de implicar al texto bajo esa noción de archivo vuelve ostensible una metáfora inorgánica de él mismo, cuyos efectos podrían desdibujar responsabilidades en los usos y actualizaciones de la memoria literaria. De allí que en nuestra contemporaneidad podamos explicar el frecuente incremento de narrativas referenciales (autoficción, autobiografía, testimonios, memorias, literaturas del yo) como refuerzos para hacer pervivir al sujeto en los dispositivos textuales y como modo de escapar al vacío impersonalizado que parecen ofrecer los lenguajes artificiales de las inteligencias tecnológicas.

No obstante, la contrargumentación a este eje proviene, sin titubeos, de Zulma Palermo; en ese momento, profesora titular de Teoría Literaria en la Universidad Nacional de Salta. En términos teóricos, Palermo define a América Latina como integrada por sociedades “en emergencia”, pero no la vislumbra como una promesa de habitabilidad ante el desencanto de la modernidad, cuya producción concreta en el continente se traduce en pobreza y desigualdad, sino que entiende a la emergencia como parte coesencial de su condición. Y entiende que éste debe ser un aspecto valorado críticamente, es decir, estudiado socio-históricamente en sus intersticios, esto es, “tomando conciencia de los procesos de transculturación que se producen y produjeron en el seno de estas sociedades, a través de sus producciones textuales y discursivas” (26). Para Palermo (1996), todas las utopías de apuesta al progreso, incluso la búsqueda cientificista de una verdad o la búsqueda de formas artísticas universales fundadas racionalmente, fueron fagocitadas nuevamente por un “canibalismo, esta vez, de signo tecnológico” (25). Por lo tanto, de nada serviría invertir la relación de discriminación del término América Latina, instalándola en el centro si el trabajo de los intelectuales de estas sociedades emergentes no se repiensa “en función profesional” (23). Entiende a esta condición como una actitud “ética y autocrítica para dar respuesta a las urgencias del momento” (25).

Asimismo, vuelve efectivo el trabajo que demanda y repone dos operadores críticos para pensar las singularidades contextuales de América Latina. Siguiendo a Arturo Roig,15 recupera la noción de sospecha, arguyendo que ésta podría ser considerada como una especie de “precrítica” orientada al desenmascaramiento de las contradicciones propias de sociedades en situación de emergencia. Un lugar para repensar “desde los contradiscursos latinoamericanos no-hegemónicos, los fundamentos que sostiene la posibilidad del fin de la historia, el agotamiento de las ideologías y la muerte de las utopías” (25). Como práctica epistémica, la sospecha se basaría en la necesidad de poner en relación dialógica los hechos y las contradicciones y no sólo los discursos y sus retóricas.

Por otro lado, siguiendo a Raúl Bueno (1993), recupera la noción de bosque en contraposición a la de rizoma, y refuerza no la proliferación al infinito y la diseminación del sentido para la heterogeneidad latinoamericana, sino que enfatiza ante la pluralidad y la multiplicidad en apariencia enmarañada de los fenómenos continentales, la búsqueda de esos espacios intermedios que caracterizan concretamente las prácticas y las relaciones americanas. Desde la perspectiva de Palermo, que América Latina renuncie a la sospecha, supone una renuncia a la búsqueda de señalamiento de los momentos de ruptura de los universales ideológicos desde los que se construye la diferencia, es decir, sería una renuncia a sopesar las variables concretas que sostienen una desconstrucción. Asimismo, producto de ello, cuestiona (en una mínima nota al pie, pero que aquí queremos destacar) por qué muchos de los pensadores de América Latina son considerados “reflexólogos” y no filósofos, instalando lo que hasta ese momento parecía una posibilidad negada: filosofar desde otros lugares de enunciación que no sea los universales eurocéntricos. De esta manera, evidenciamos en su propuesta una postura alternativa interesada por los intelectuales o pensadores que “construyen su lugar de enunciación” supeditados a las contradicciones propias “de sociedades en situación de emergencia”, sujetos que mantienen una “fuerte desconfianza” con el origen de estas emergencias, sin suspender las valoraciones coesenciales a ella. (23-24). De esta forma, le interesa debatir lo que “se ha llamado desde Lyotard la condición posmoderna desde su propio lugar de enunciación, actitud extensiva a los del antes llamado tercer mundo, ahora considerados —todos ellos— intelectuales del poscolonialismo 16(25). En esta clave, metodológicamente propone un insumo reflexivo muy potente: cualquier relectura “situada en este presente de la incertidumbre, de la individualidad y de la desutopización, no debe perder de vista aquellas condiciones aún en su fracaso” (28). Por lo tanto, afirma que la condición que permitiría dinamizar la cartografía de la heterogeneidad latinoamericana proviene “de la incorporación las producciones negadas por la cultura letrada” (28).

En consecuencia, este perspectivismo sospechoso —como podemos denominar a la propuesta de Zulma Palermo aquí apenas retomada— recobra valor frente a las actuales dificultades de integración regional y el debilitamiento de las autonomías institucionales introyectadas por los nuevos regímenes de emergencia relacional y disputa imperial. Todavía evidenciamos que, como ella bien advirtió, la imaginación teórica latinoamericana se desarrolla y circula cómodamente desde formulaciones de orden transdisciplinario. Sabemos, en este sentido, que no hay un alcance específico para poder teorizar el pasado como no habrá nunca una vía única para robustecer de transparencia al presente. Por esta razón, revisitar capítulos como el de este Coloquio Internacional, a treinta años de su realización, oxigena esfuerzos continentales que, aunque siempre incompletos, se propusieron abordar la heterogeneidad y las complejidades de las producciones letradas de América Latina, sin perder de vista las variables contextuales de sus contradicciones y las limitaciones epistémicas del legado colonial en la formulación de sus esquemas culturales. Finalmente, entendemos que tomar la palabra interesada por “algunos problemas comunes” requiere no sólo del ejercicio consciente de un trabajo de archivo sobre la memoria literaria, sino del convencimiento de que esta memoria difícilmente pueda ejercerse sin la capacidad formativa para idear agendas de investigación regionales que busquen fortalecerla.

Referencias

AA.VV. Boletín Asociación Internacional de Hispanistas 2/95. Fundación Duques de Soria, 1995.

Coutinho, Eduardo. “In paths of comparativism. A brief intellectual profile of Tania Franco Carvalhal”. Revista da Anpoll, núm. 22, 2007, pp. 1-5.

Coutinho, Eduardo F., Lisa Block de Behar y Sara Viola Rodrigues (comp.). A comparação literária em âmbito universal; textos em homenagem a Tania Franco Carvalhal. Evangraft, 2004.

Cherri, Leo, y Silvana Santucci. “Lezama Lima y Severo Sarduy: filólogos latinoamericanos”. Interpretatio. Revista de hermenéutica. Universidad Nacional Autónoma de México, 2025 (en prensa).

De Giovanni, Fernando. Latinoamericanismos situados. Guerra, Mercado, Literatura. Editorial Eduvim: Villa María, 2024.

Estupiñán Serrano, Mary Luz, Clara María Parra Triana y Raúl Rodríguez Freire. “Latinoamericanismo de la descomposición: una lectura de su crítica y de su crisis”. Revista Pléyade, núm. 24, 2019, pp.191-214.

Franco Carvalhal, Tania. O discurso crítico na América Latina. Editora da Universidad do Vale do Rio Dos Sinos, 1996.

Gerbaudo, Analía. La institucionalización de las Letras en la universidad argentina (1945−2010). Notas “en borrador” a partir de un primer relevamiento. Ediciones unl, 2014.

______. Políticas de exhumación. Las clases de los críticos en la universidad argentina de la posdictadura: 1984-1986. Ediciones unl, 2016.

Henríquez Ureña, Pedro. La utopía de América. Ediciones de Estudiantina, 1925.

______. “Caminos de nuestra historia Literaria”. Valoraciones, núm. ٦, junio de ١٩٢٥, pp. ٢٤٦- ٢٥٢ [versión web]. http://www.cielonaranja.com/phu-caminos.htm.

Kopenawa, D. Y B. Albert. A queda do céu. Palavras de um xamã yanomami. Companhia das Letras, 2015.

Krenak, Ailton. Ideas para postergar el fin del mundo. Editorial Prometeo, 2021.

Lezama Lima, José. La expresión americana. Introducción de I. Chiampi. Editado por E. de Ulloa y J. Ulloa. Confluencias, 2013 [1957].

Melo Miranda, Walter. “Pos-modernidade e tradição cultural”. O discurso crítico na América Latina. Tania Franco Carvalhal (comp.), Editora da Universidad do Vale do Rio Dos Sinos, 1996.

Milone Gabriela, Franca Maccioni y Silvana Santucci. “Ficción teórica”. Imaginar-Hacer: ficciones teóricas para la literatura y las artes contemporáneas / Gabriela Milone [et al.]. Facultad de Filosofía y Humanidades-Universidad Nacional de Córdoba, 2021. https://ffyh.unc.edu.ar/ciffyh/nuevo-e-book-imaginar-hacer-ficciones-teoricas-para-la-literatura-y-las-artes-contemporaneas/.

Palermo, Zulma. “El presente de la crítica literaria latinoamericana”. O discurso crítico na América Latina. Tania Franco Carvalhal (comp.), Editora da Universidad do Vale do Rio Dos Sinos, 1996.

Richard, Nelly. “Intersectando Latinoamérica con el latinoamericanismo: discurso saberes académicos, practica teórica y crítica cultural”. Revista Iberoamericana, vol. LXIII, núm. 180, pp. 345-361.

Santucci, Silvana.Teoría literaria latinoamericana en Argentina. Lecturas, debates, ¿crisis?”. El Taco en la Brea: Revista Semestral del Centro de Investigaciones Teórico-Literarias, vol. 2, núm. 8, 2018, pp. 54-58.

Sapiro, Gisèle. “Le champ est-il national? La théorie de la différentiation sociale au prisme del’histoire globale”. Actes de la recherche en Sciences Sociales, 2013, pp.70-85.

  1. 1 Para una descripción de la categoría de ficción teórica, cfr.: “Ficción teórica” de Gabriela Milone, Franca Maccioni y Silvana Santucci, en Milone, 2021.

  2. 2 En investigaciones precedentes hemos indagado cómo la enseñanza de la literatura latinoamericana propició el surgimiento de una “teoría literaria latinoamericana” en la universidad argentina de posdictadura (Santucci, 2018). Así, para una interrogación del carácter nacional de los campos, seguimos a Gisèle Sapiro (2013), quien entiende que la autonomización no logra forjar una unificación cultural desvinculada de los procesos de globalización y transnacionalización que atraviesan los Estados nacionales. Asimismo, estas derivas en torno al latinoamericanismo, sin desconocerlo como un proyecto político de integración y emancipación de larga data, con múltiples activaciones y nervaduras políticas y con una biblioteca filosófica y política vastísima que se reactualiza históricamente, se enfoca estrictamente en las discusiones producción e institucionalización teórico-literaria, tal como el caso que aquí, apenas, comenzamos a revisar. Para ello retomamos los aportes específicos realizados por Analía Gerbaudo (2014, 2016) a la institucionalización e internacionalización de los estudios literarios en Argentina.

  3. 3 Escribe Henríquez Ureña: “La historia literaria de la América española debe escribirse alrededor de unos cuantos nombres centrales: Bello, Sarmiento, Montalvo, Martí, Darío, Rodó” (Caminos de nuestra historia literaria, 1925).

  4. 4 Para un desarrollo de esto, cfr.: Cherri y Santucci, 2025 (en prensa).

  5. 5 Para esta discusión retomamos los aportes de Estupiñán, Parra y Rodríguez, 2019.

  6. 6 Si bien, el mila (Mercado Integrado Latinoamericano) se creó en 2010, fue específicamente una integración bursátil transnacional, afirmamos que el Mercosur es la última porque supuso, también, no sólo una alianza económica y parlamentaria, sino cultural.

  7. 7 Para una breve semblanza de la biografía intelectual de Tania Franco Carvalhal puede consultarse: Coutinho 2007; y Coutinho, Block y Rodrigues (comp.) 2004.

  8. 8 Unión supranacional de facto (política, económica y de derecho) establecida el 1 de noviembre de 1993, a partir del Tratado de Maastricht, firmado en Países Bajos el 7 de febrero de 1992.

  9. 9 El resaltado es nuestro.

  10. 10 La publicación del primer tomo Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida de Giorgio Agamben es de 1995.

  11. 11 En el segundo número del Boletín de la Asociación Internacional de Hispanistas, el “Coloquio Internacional de Porto Alegre” aparece listado dentro “5.1. Principales eventos de 1995”, aunque no pudimos corroborar aún los detalles de esta vinculación. Creado en la asamblea de Irvine en agosto de 1992, publicado por primera vez en 1994 y con fondos de la Fundación Duques de Soria en la Casa de América, el Boletín de la AIH confirma su función esencial: “ser una institución abierta en que los diversos especialistas de nivel universitario, dedicados al estudio e investigación del amplio campo del hispanismo (lenguas, literaturas, civilizaciones, culturas) se sientan a gusto, puedan intercambiar ideas, confrontar métodos, entablar nuevas relaciones científicas” (Cfr. Boletín IAH 4).

  12. 12 No sólo la noción de transculturación de Ángel Rama aparece como una referencia ineludible para la introducción del proyecto, sino que, por ejemplo, se retoman aportes tradicionales como los de Oswald de Andrade, Fernando Ortiz, Antonio Cándido, Antonio Cornejo Polar, Rafael Gutiérrez Girardot, Jean Franco, Noé Jitrik, Silviano Santiago, Haroldo de Campos, Roberto Schwartz, Carlos Cullen, Néstor García Canclini, Emir Rodríguez Monegal, Roberto Fernández Retamar, Raúl Bueno, Aldo Pelegrini, Ezequiel Martínez Estrada, Arturo Roig, Cristina Reigadas, Alfredo Bosi, Celso Furtado, Carlos Real de Azúa, Afranio Coutinho, Enrique Foffani, entre muchos otros. Este listado enorme de aportes bibliográficos, teóricos y categoriales, tiene capacidad de configurar una verdadera galaxia crítica.

  13. 13 En la representación espacial del diálogo podemos identificar siete universidades brasileñas de cinco provincias distintas (Santa Catarina, Minas Gerais, Rio de Janeiro, Río Grande del Sur y San Pablo), cuatro argentinas (Buenos Aires, Salta, Tucumán y Mendoza) y finalmente dos de las capitales de Chile y Uruguay. La intención de establecer lazos con Bolivia aparece enunciadas en la presentación, pero no hay académicos de sus universidades. Transcribimos el listado completo de participantes: Wander Melo Miranda, Universidade Federal de Minas Gerais; Zulma Palermo, Universidad Nacional de Salta; María Esther Badín, Universidad de Buenos Aires; Dino del Pino, Universidade do Vale do Rio dos Sinos; Márcia Hoppe Navarro, Universidade Federal do Rio Grande do Sul; Emilia de Zuleta, Universidad Nacional de Mendoza; Eneida María de Sousa, Universidad Federal de Minas Gerais; Raúl Antelo, Universidade Federal de Santa Catarina; Rita Terezinha Smith, Universidade Federal de Rio Grande do Sul; Ricardo J. Kaliman, Universidad Nacional de Tucumán; Lisa Block de Behar, Universidad Nacional del Uruguay; Luis Roberto Velloso Cairo, Universidade Estadual Paulista; Robert Ponge, Universidade Federal do Rio Grande do Sul; Bella Joseph, Universidade Federal do Rio de Janeiro; Jurasy I. A. Saraiva, Universidade do Vale do Rio dos Sinos; Eduardo F. Coutinho, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Dileta Silveira Martins; Pontificia Universidade Católica R.S, Lea Massina, Universidade Federal do Rio Grande do Sul; Nicolás Jorge Dorheim, Universidad Nacional de Mendoza; Lisana Bertussi, Universidade de Caxias do Sul; Gilda Neves da Silva Bittecourt, Universidade Federal do Rio Grande do Sul; Ana Pizarro, Universidad Nacional de Santiago de Chile; Tania Franco Carvalhal, Universidade Federal do Rio Grande do Sul;José Clemente Pozzenato, Universidade de Caxias do Sul.

  14. 14 Todas las traducciones de estos pasajes son nuestras, así como las malas interpretaciones que pudieran derivarse.

  15. 15 A quien define como “pensador latinoamericano, argentino de provincia” (25), enfatizando esa condición periférica.

  16. 16 Las cursivas son del original y cada término en cursiva está explicado en nota al pie por la autora. Me interesa aquí retomar el modo en que define uno de los grandes problemas del latinoamericanismo y que este trabajo roza: el problema “del lugar de enunciación”. Para Palermo por “lugar de enunciación” se entiende la “construcción imaginaria, dinámica y dialógica, que implica quién imagina qué, describe qué, desde dónde y por qué” (Parlemo 24).