Repensar el latinoamericanismo:
tres intervenciones contemporáneas
Rethinking Latin Americanism:
Three Contemporary Interventions
Facundo Gómez
Centro de Historia Intelectual,
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
Resumen: Hacia 2018 y 2019, se enuncian tres operaciones críticas que vuelven sobre el término latinoamericanismo para indagar y reformular sus principales hipótesis y tensiones. El latinoamericanismo de la descomposición plantea una mirada que deconstruye los dispositivos de la tradición crítica regional; los latinoamericanismos vernáculos apuestan a una revisión de los textos fundadores del linaje; el latinoamericanismo extraterritorial capta el impacto de las migraciones en el imaginario de la crítica y postula nuevas inflexiones para el estudio de las letras latinoamericanas. La indagación de los tres casos permite identificar un malestar sobre conceptualizaciones previas, conjugado con la recuperación de una inquietud central sobre los desafíos de la crítica literaria en la región, que se reinventa y busca responder así a los desafíos contemporáneos. En cada uno de estos latinoamericanismos, entonces, se trazan operaciones cruciales para revisar el pasado en común. Su examen permite identificar acuerdos mínimos e interrogantes abiertos sobre la actualidad y proyección de la crítica literaria latinoamericana.
Palabras clave: Latinoamericanismo, crítica literaria, literatura latinoamericana, giros teóricos, teoría literaria.
Abstract: By 2018 and 2019, three critical approaches emerge that revisit the term Latin Americanism in order to interrogate and reformulate its main hypotheses and tensions. The Latin Americanism of decomposition offers a perspective that deconstructs the frameworks of regional critical tradition; the vernacular Latin Americanisms advocate for a reappraisal of the founding texts of the lineage; and the extraterritorial Latin Americanism captures the impact of migration on the critical imaginary and introduces new inflections into the study of Latin American literature. The analysis of these three approaches reflects dissatisfaction with earlier conceptual frameworks, alongside a renewed engagement with the challenges facing literary criticism in the region as it seeks to reinvent itself in response to contemporary demands. Thus, each of these Latin Americanisms carries out key operations aimed at revisiting a common past. Its examination enables the identification of foundational points of consensus and enduring questions concerning the present condition and prospective developments of Latin American literary criticism.
Keywords: Latin Americanism, Literary Criticism, Latin American Literature, Theoretical Turns, Literary Theory.
Recibido: 26 de febrero 2025
Aceptado: 24 de marzo 2025
doi: 10.15174/rv.v18i36.843
Introducción: nuevos y viejos latinoamericanismos
En los últimos años, se ha publicado una serie de libros que abordan las transformaciones de la crítica literaria latinoamericana desde distintos puntos de vista Pistacchio, Mondragón, Perus, Pineda Buitrago, Corral (Peajes), entre otros. Las obras coinciden en la relectura de textos y autores fundamentales de la producción crítica en la región y la constatación de una gran ruptura entre la tradición filológica y las nuevas inflexiones dadas tras el giro lingüístico y la teoría literaria. El abanico de posiciones es amplio: algunos autores denuncian tales cambios y otros celebran los esfuerzos renovadores. En todo caso, lo que el conjunto de las obras expresa es la necesidad de revisar los modos de pensar la literatura latinoamericana y producir una crítica que resulte significativa en un contexto global muy disímil al que solía atravesar los proyectos previos.
De esta forma, la emergencia del concepto latinoamericanismo en trabajos académicos recientes puede funcionar como un índice sobre cómo el campo de estudio lidia con un concepto sustancial del discurso crítico sobre las letras de la región. En ese sentido, construimos un breve corpus, compuesto por tres intervenciones, que ensayan disímiles apropiaciones del término: el latinoamericanismo de la descomposición, de Mary Luz Estupiñán Serrano, Clara Parra Triana y Raúl Rodríguez Freire; los Vernacular Latin Americanisms, de Fernando Degiovanni; el latinoamericanismo extraterritorial, de Alejo López. Cada una de las proposiciones supone un balance, un debate y un posicionamiento frente al latinoamericanismo a secas. Sus aportes presentan puntos en común: fueron enunciados casi al unísono, entre el 2018 y 2019, por investigadores que pertenecen a una promoción de especialistas cuyos trayectos formativos y áreas de desempeño se despliegan en un horizonte académico plenamente transnacionalizado. Los cincos han construidos sus carreras y formulado sus conceptualizaciones tras los giros teóricos y la hegemonía de los medios audiovisuales en el contexto de una cultura global contemporánea.
Nos proponemos analizar propuestas, problematizar operaciones, sopesar significaciones y contrastar formulaciones, con el objetivo de iniciar una reflexión general acerca de los sentidos actuales del latinoamericanismo y postular ciertos puntos que inviten a un diálogo colectivo sobre los desafíos en común. El foco está puesto tanto en la recuperación, reformulación o impugnación de conceptualizaciones, proyectos y obras del pasado, como en las formas de afrontar la escena contemporánea y plantear posibles caminos para el trabajo crítico regional. El artículo se divide en seis apartados: luego de la presente introducción, se traza un panorama sobre la cuestión del latinoamericanismo en debates académicos entablados desde mediados de la década del noventa. Las tres partes siguientes están dedicadas al análisis particular de cada una de las propuestas. En la última sección se presentan las conclusiones y ciertos interrogantes abiertos tras la indagación.
Latinoamericanismos después de los giros:
un breve esquema de posiciones
En la apertura del ciclo de conferencias virtuales titulado “Archivofilias contemporáneas”, Guido Herzovich, uno de los coordinadores del proyecto, planteó una pregunta de suma relevancia para los estudios literarios latinoamericanos: qué se ha ganado y qué se ha perdido en el constatable reemplazo de la noción de tradición por la de archivo. En su presentación, el investigador señalaba los diferentes sentidos de pasado y comunidad disparados por cada uno de los conceptos: si para la tradición lo pretérito es visto como síntesis y su postulación implica una inscripción en ella, para el archivo las realizaciones previas configuran un compendio de documentos ante el cual se opera desde una perspectiva distanciada. La presentación concluía con una inquietud: qué idea de futuro, qué tipo de aspiración común era invocada por ambas nociones.
Debido a su trascendencia en el campo de los estudios literarios latinoamericanos, la idea de tradición puede ser un buen inicio para el recorrido que proponemos. Desde los textos fundacionales de José Martí hasta la constatación de Ángel Rama (“América Latina sigue siendo un proyecto intelectual vanguardista que espera su realización concreta”, 24), se corrobora una tendencia a pensar lo latinoamericano como una empresa colectiva, que se sostiene sobre el pasado en común (la tradición como legado) y se invoca con una mirada hacia el futuro. Tal inflexión supo ser reconocida, al menos en el ámbito literario y académico regional, como latinoamericanismo (a secas). Consistió en la lectura, organización e interpretación de un conjunto de textos, autores y movimientos que fueron religados y postulados como la expresión estética de una configuración cultural determinada. Hacia la década del ochenta, gran parte de ese discurso fue desestabilizado por las radicales transformaciones teóricas, culturales y geopolíticas dadas a nivel global. La noción de literatura latinoamericana, en estrecha asociación con las ideas de integración y emancipación regional, propia de este latinoamericanismo, se fue debilitando hasta su dispersión casi total.
Por supuesto, este ínfimo repaso histórico y conceptual no pretende liquidar la cuestión. La definición no es cerrada ni categórica. Mucho menos, única. En las últimas décadas, sobre todo en el ámbito de la academia estadounidense, la noción ha sido objeto de sucesivos debates y apropiaciones. El acercamiento al corpus puede continuar entonces con la revisión de enunciados propios de este espacio intelectual. En una definición muy citada, Alberto Moreiras ha explicado al latinoamericanismo como “la suma de conocimientos, opiniones recibidas, hipótesis de trabajo y metodologías científicas que configuran para el saber occidental todo un aparato discursivo-representacional sobre el bloque geopolítico hoy llamado América Latina” (48). Vale la pena resaltar dos aspectos de la cita: el carácter cuantitativo del conocimiento, que parece nutrirse de la mera acumulación de trabajos, y la idea de saber occidental, que indica no sólo un único destinatario para todas las investigaciones invocadas, sino un punto de vista concreto. Lo que se fundamenta de este modo es una producción epistemológica occidental, que mira su objeto de estudio a la distancia. Su observación se vincula con la de Juan Poblete, quien, de manera aún más categórica, señala en el Diccionario de estudios culturales latinoamericanos que el sentido contemporáneo del término se origina en los esfuerzos y debates desarrollados en el ámbito académico estadounidense (159). El autor apenas concede que el concepto “no es ajeno a los intereses de los intelectuales de la región”, como si la historia, las aspiraciones y los debates que invoca el latinoamericanismo no tuvieran casi nada que ver con las elaboraciones y los procesos desarrollados al sur del río Bravo.
Lo arbitrariedad manifestada en los dos fragmentos de los recortes resulta iluminadora. Permite pensar varias transformaciones en el campo de estudio y la producción de saberes sobre América Latina acaecidos desde finales de la década del ochenta. Entre otros, la transnacionalización en la producción y el intercambio de saberes y el ascenso de la academia norteamericana como arena de debate privilegiada con proyección para toda la región. Por otro lado, se puede anotar la subsunción de la crítica literaria en los estudios culturales, que aquí aparece naturalizada.
La operación de Moreiras rubricada por Poblete motiva la búsqueda de otras definiciones posibles. La exploración revela la existencia de respuestas alternativas. El ejemplo más claro es la intervención de Nelly Richard, quien ha planteado que toda discusión sobre el latinoamericanismo (1998) debe tener en cuenta los locus de enunciación, para evitar caer en una estrategia geopolítica que simula cierta “desterritorialización” pero que, finalmente, se apoya en instituciones, subsidios económicos y alianzas concretas para legitimar su propia producción ante las que se formulan fuera de su órbita. La posición no es ingenua: sostiene que, en la actualidad, resulta imposible concebir una teoría latinoamericana que sea independiente del entramado conceptual metropolitano. No hay añoranza de un pasado mejor ni un afán reivindicativo, sino la doble captación de una situación problemática. Mientras se corrobora que los estudios culturales (poscoloniales, subalternos) han transformado en el campo y producido innegables aperturas, también se advierte su constitución como un dispositivo teórico que amaga con borrar diferencias, pero que en verdad consolida un sistema de legitimación asentado sobre las usuales asimetrías que atraviesan la historia de la región en su inserción con el mundo y los centros geopolíticos de poder. Sobre esta constatación se fundamenta la apuesta de Richards en pos de “una pregunta por las condiciones y situaciones de contexto: por las diferencias entre hablar desde y hablar sobre Latinoamérica como dos situaciones enunciativas atravesadas institucionalmente por una relación desigual de saber-poder” (198).
El panorama de debates sobre el latinoamericanismo es mucho más amplio. Confluyen sobre él aportes de varias disciplinas sociales y humanísticas, abreva en textos y obras emblemáticas, incluye la producción de múltiples áreas culturales de América Latina y del mundo y se extiende hasta el presente. La detención en las posiciones de Moreiras y Poblete, por un lado, y de Richard, por el otro, obedece a la posibilidad de pensar sus enunciados como los dos polos ordenadores de un polémico proceso de exploración y discusión. A pesar de la existencia de entrecruzamientos, intercambios y matices que impiden pensar en bloques homogéneos, lo cierto que es que se trata de dos perspectivas distintas que han entrado en conflicto desde finales del siglo xx.
Entre estos dos polos ordenadores se establecen las intervenciones elegidas como objeto de análisis. Los tres consideran las posturas reseñadas y proponen una lectura de las querellas recientes, así como también de las tradiciones más longevas.
Latinoamericanismo de la descomposición: cuestionamiento, deconstrucción, invocaciones
Mary Luz Estupiñán Serrano, Clara Parra Triana y Raúl Rodríguez Freire han argumentado en torno al latinoamericanismo de la descomposición en un artículo de 2019. Sobre las coordenadas de enunciación, cabe aclarar que los tres especialistas trabajan en la academia chilena. Hacia 2015, Parra Triana y Rodríguez Freire han editado una monumental antología de la crítica literaria latinoamericana. El ensayo de 2019, entonces, puede ser pensado como una reflexión que se nutre de lecturas sobre la tradición crítica regional y que apunta a conceptualizar algunos de sus procesos y tendencias más relevantes.
Los autores diagraman un esquema polémico del latinoamericanismo, con dos vertientes del mismo fenómeno que discuten entre sí. El primer elemento de la oposición es el latinoamericanismo metropolitano, que es descrito como heredero del modo eurocéntrico del conocimiento, consolidado en la academia estadounidense y enunciado frecuentemente en inglés. A través de una ficción epistemológica ilusionada con sujetos universales que transforman en objetos distinguibles y homogéneos los elementos de un mundo caótico, desde la década del ochenta esta inflexión fundamenta el ingreso de América Latina como área de estudios en las universidades del Norte global y tiende a pensar lo latinoamericano como un “otro” de la racionalidad occidental. El segundo latinoamericanismo resulta todavía más cuestionado. Es el denominado, en este texto, como latinoamericanismo vernáculo, que se expresa en español y asciende como una enunciación de corte criollo. Los cargos en su contra son contundentes. Los autores le asignan, en principio, “una línea restrictivamente masculina, criolla y letrada” (193). Luego, resaltan un anclaje basado en las ideas de la identidad, la homogeneización y lo propio, a lo que se suma un anhelo de representación y el combate contra el imperialismo cultural, lo que coloca a sus cultores como intelectuales que legitiman sus propias palabras con el aura de lo local.1
El juicio a las dos vertientes abreva en las transformaciones del mundo contemporáneo. Desde su perspectiva, la transnacionalización académica, los flujos migratorios y la acción del mercado han corroído las diferencias que configuraban cada corriente, por lo que apuestan por una alternativa: el latinoamericanismo de la descomposición, que devela el agotamiento de la representación moderna de América Latina y deconstruye las categorías de temporalidad, espacialidad, lengua, nación, representación, subalternización e identidad. Además, cuestiona el estatuto político de la lengua escrita y apela a las artes plásticas, escénicas y gráficas, así como a formatos literarios y posliterarios como estrategias que lo diferencian de las operaciones más tradicionales de las vertientes perimidas. A juicio de los autores, algunos exponentes de esta inflexión son Silvano Santiago, Josefina Ludmer, Nelly Richard y Julio Ramos. Los cuatro comparten una crítica a los dos latinoamericanismos, ciertas coordenadas interpretativas derivadas de su comprensión cabal de la crisis de los paradigmas modernos y una atención lúcida por lo omitido, marginado o silenciado hasta entonces por la crítica literaria latinoamericana.
Varios elementos de la proposición merecen ser repensados. Más allá de las diferencias entre los proyectos críticos invocados, vale la pena detenerse en las últimas atribuciones. Desde una mirada histórica, se puede decir que los cuatro críticos participan de los cuestionamientos a la tradición denominada latinoamericanista. Pero, ¿cuál es el valor del gesto en la actualidad?, ¿cuál era en el momento de publicación del artículo?, ¿hay posibilidades de pensar la literatura y la cultura latinoamericana sin tener en cuenta la crisis de las nociones de identidad o el desmantelamiento del ánimo antiimperialista que había caracterizado el linaje “vernáculo”? Por otro lado, al hablar de coordenadas interpretativas, los autores se refieren a la teoría literaria de manera implícita. Sin decirlo, apuestan a la deconstrucción como herramienta de desmonte de dicotomías, de juegos de sentido que corroan toda ilusión identitaria, todo anclaje conceptual o territorial. ¿Las operaciones de deconstrucción alcanzan para pensar la producción literaria contemporánea? ¿Son suficientes para trabajar con los fenómenos culturales más recientes? ¿Cómo se articula esta teoría con otros aportes posteriores que abren nuevos problemas y entreven otras metodologías? En tercer lugar, ponderar la sensibilidad a lo marginal como si los trabajos previos estuvieran confinados a las creaciones cultas y canónicas niega el ingente trabajo de la crítica latinoamericana en torno a la representación, el agenciamiento, el impacto de los sujetos populares en la historia y la cultura de la región.
Tal latinoamericanismo se revela como un dispositivo de deconstrucción sostenido sobre un aparato teórico específico, desde el cual se levanta la obra de autores que marcan rupturas con escrituras y disquisiciones previas. La refutación hacia la tradición crítica previa parece ser total: todas las obras forjadas en la modernidad parecen quedar contaminadas por la homogeneización, el esencialismo, la impostura ideológica. Por otro lado, el texto no avanza sobre las actuales nociones de literatura ni sobre cuáles pueden ser los desafíos del discurso crítico hoy, más allá del gesto metatextual deconstructivo. La relación entre el latinoamericanismo de la descomposición y la actualidad del trabajo crítico queda implícita.
No obstante, el gesto deconstructivo revela una estrategia crítica bien delineada: el cuestionamiento al legado moderno de la crítica latinoamericana deviene disonancia intransigente, una suerte de negatividad programática que con el sólo gesto de desprenderse de la tradición revela imposturas y aporías.
Latinoamericanismos vernáculos:
relecturas, archivos, locus
Fernando Degiovanni, un investigador argentino que se desempeña en la academia estadounidense, publicó en 2018 Vernacular Latin Americanisms: War, the Market, and the Making of a Discipline, un libro de gran impacto y de suma importancia para entender la construcción del discurso crítico latinoamericano. La obra original está escrita en inglés y ha sido editada por la Universidad de Pittsburgh. Las características del texto se entrelazan con su objeto de estudio: el autor ensaya una notable investigación de archivo para reconstruir cómo la disciplina se ha consolidado en Estados Unidos a través de intervenciones y proyectos que se disputaban su sentido, condicionados por las guerras e interpelados por la necesidad de construir mercados internacionales.
Degiovanni reúne los trabajos sobre la literatura latinoamericana de Jeremiah Ford, Alfred Coester, Federico de Onís, Américo Castro, Luis Alberto Sánchez, Pedro Henríquez Ureña y Enrique Anderson Imbert para detenerse en momentos claves en la construcción del campo de estudios. Su intención es leer a contrapelo textos fundacionales de la tradición, que no suelen ser relacionados con la política exterior estadounidense o con sus necesidades comerciales. Desde su perspectiva, el latinoamericanismo como disciplina no procede de la tradición del ensayo de fin de siglo, sino de una red de intelectuales e instituciones que, desde la escena norteamericana, buscaron otra cosa: otorgar un lugar a la cultura latinoamericana en la consolidación de nuevos modelos de cooperación económica regional.
Al momento de definir su objeto de estudio, el autor se distancia de la apreciación de Alberto Moreiras y postula que el latinoamericanismo consiste en una serie de saberes articulados en torno a la idea de América Latina como un espacio unificado, con la integración continental como su objetivo último. Es trascendental aquí subrayar este ánimo de unidad, que aparece borroneado en los debates de los años noventa y en el llamado latinoamericanismo de la descomposición. Ahora bien, es ante esta conceptualización inicial que Degiovanni emprende su aventura de archivo, que lo lleva a reformular el término. Al indagar en los modos en que la guerra y el mercado operan en los proyectos fundacionales de la disciplina, el latinoamericanismo deja de ser un discurso militante sobre la integración continental apoyado en un ideario y un conjunto de imperativos abstractos. Se transforma, en cambio, en una forma de conocimiento vinculada a escenarios políticos específicos y demandas económicas.
Así se llega a la noción de latinoamericanismos vernáculos. Degiovanni indica que el adjetivo designa aspectos situacionales que resultan de una perspectiva teórica contemporánea cifrada en el giro transnacional. Es decir, una mirada que concibe obras y fenómenos en términos globales y que hace énfasis en los juegos de sentido dados entre los múltiples flujos e intercambios de sujetos, espacios, coordenadas, lenguas, agendas. En este punto se pueden captar los aspectos más polémicos del planteo: el libro refuta de forma explícita cualquier asociación con las ideas de Nelly Richard sobre el locus de enunciación. Para el autor, tales posturas esencializan los espacios, dicotomizan los esquemas y cubren de un aura romántica a los sujetos que hablan en nombre de lo local. Los intelectuales que coinciden con esta idea clasificatoria ejercen una recuperación de las posturas americanistas del ensayismo finisecular que simplifica y generaliza el significado de lo latinoamericano. Según se lee en el mismo texto, este cuestionamiento a las reflexiones de Richard y de otros colegas afines retoma el tajante posicionamiento de Abril Trigo, quien manifiesta que la oposición “adentro/afuera” implica una “inversión de la mistificación”, en la cual tanto lo local como lo metropolitano quedan supeditados a una geopolítica determinista que levanta un espacio en descrédito del otro (Degiovanni 6).
De esta manera, en la expresión latinoamericanismos vernáculos, el adjetivo supone una reacción contra las narrativas que Degiovanni denomina nativistas, identitarias (2): textos y prácticas culturales que tienden a pensar el latinoamericanismo como una aspiración integradora de cuño antiimperialista. El libro entero parece conjurar esa ecuación a través de la lectura a contrapelo de obras clave de la tradición, en las que descubre adscripciones más o menos programáticas a la política exterior para América Latina de los Estados Unidos. El calificativo exorciza el sustantivo y lo despoja de idealizaciones para resaltar el carácter situado de cada una de las intervenciones.
La obra se propone entonces como otra forma de abordar el problema del latinoamericanismo. Esta particular reconstrucción del linaje tiende a diluir los esfuerzos de la crítica literaria latinoamericana para pensar su propia literatura en una serie de intervenciones panamericanistas que funcionan como correas de transmisión de la política exterior estadounidense. Aunque varios capítulos versan sobre las tensiones entre las intervenciones puntuales y esta estrategia geopolítica general, el libro termina por postular que la consolidación de la disciplina, hasta los años cincuenta, es el subproducto de una cultura imperialista ávida por cooptar aliados y anexar nuevos mercados.
Si el latinoamericanismo es reemplazado por el panamericanismo como orientación general para comprender los textos y operaciones claves de la tradición, ¿cuál es el sentido de llamar vernáculos a estos proyectos?, ¿por qué denominar vernáculo el trabajo de Jeremiah Ford y Alfred Coester? En este punto es posible captar una ironía que adquiere cierto sentido sarcástico. Como vimos, el adjetivo no sólo denota situacionalidad, sino (y, sobre todo), una distancia radical hacia el anhelo integrador, bolivariano, utópico del linaje. Quizás esta acepción tan opaca de lo vernáculo sea lo que ha impulsado el cambio de la palabra en las versiones en español del libro. Tanto en su edición mexicana de 2023 como en la argentina de 2024, Vernacular Latinoamericanisms se tradujo como Latinoamericanismos situados. El texto en inglés refería a la etimología latina de la palabra vernáculo para ahondar en las sutiles y complejas relaciones entre autoridad, espacio y cultura; la edición más reciente parece evitar tales matices y resaltar la intención de alejarse de postulaciones “ejemplares y principistas” (Degiovanni, 18). En todo caso, el cambio da cuenta de la incomodidad del término y de lo problemático que resulta su uso en el campo de los estudios literarios desarrollados en la región.
Latinoamericanismo extraterritorial:
migraciones, globalización, tradiciones
Una alternativa distinta de repensar el latinoamericanismo desde la contemporaneidad es la ensayada por Alejo López, docente e investigador argentino. El autor estudia actualmente las fronteras e imaginarios de la literatura latinoamericana en el siglo xxi, con eje en las transformaciones teóricas e institucionales motivadas por la experiencia migratoria hacia Estados Unidos y la producción literaria formulada por la comunidad latina allí establecida.
Para captar mejor las modulaciones de su propuesta, es posible revisar su tesis doctoral, focalizada en la obra del poeta niuyorriqueño Tato Laviera. En su investigación, López ha desarrollado un detenido trabajo de análisis sobre las estrategias desplegadas por el escritor para construir una poética que se instale en la tradición latinoamericana, pero que a la vez problematice los anclajes identitarios de la lengua y el territorio. El abordaje teórico y crítico enlaza la lectura del corpus literario con aportes conceptuales contemporáneos. Además de la apropiación crítica de ciertos términos de la teoría literaria, como las nociones de extraterritorialidad —elaborada por George Steiner— o transculturación —en la inflexión planteada por Ángel Rama a partir del trabajo antropológico de Fernando Ortiz—, el autor tiende su mirada hacia proposiciones teóricas del pensamiento caribeño, como la de diasporicidad, del sociólogo jamaiquino Stuart Hall, y los conceptos de détour y relation, del intelectual martiniqueño Édouard Glissant. El vocabulario teórico se despega de certezas identitarias y se reformula en un trabajo de análisis literario cifrado en desplazamientos, juegos y negociaciones entre espacios, experiencias, lenguajes, culturas.
La idea de un latinoamericanismo extraterritorial es expuesta en el VI Congreso Interoceánico de Estudios Latinoamericanos, realizado en Mendoza, Argentina, hacia 2018. Su ponencia se titula “Hacia un latinoamericanismo extraterritorial: transformaciones del campo disciplinar latinoamericanista a partir de los fenómenos migratorios contemporáneos”. En ella, el autor retoma la división, ya vista en los trabajos de los investigadores chilenos, entre las dos vertientes del latinoamericanismo: la metropolitana y la vernácula. A su vez, considera que uno de los principios rectores del término, en su acepción clásica y regional, es la aspiración integradora y el impulso antiimperialista, una observación que aparecía también en el trabajo de Degiovanni.
Ahora bien, en contraposición al latinoamericanismo de la descomposición o a los latinoamericanismos vernáculos, el latinoamericanismo extraterritorial manifiesta una inquietud acerca de cómo reinventar la tradición sin impugnar de lleno sus hipótesis ni inscribirlas en una política cultural neocolonial. La propuesta parte de una revisión de debates en las humanidades y las ciencias sociales centrados en las transformaciones culturales acaecidas en América Latina y el mundo a partir de la década del ochenta, así como también de las perspectivas teóricas que ascienden en la agenda académica transnacional, tales como los estudios culturales y el poscolonialismo. La ponencia repasa los cuestionamientos más importantes realizados sobre nociones bastante sólidas para el linaje latinoamericanista hasta entonces, entre las cuales se incluye el propio concepto de literatura latinoamericana. En ese panorama, se destaca cómo los fenómenos migratorios impactan en la producción de saberes. El tránsito incesante de personas, ideas, capitales y lenguas latinoamericanas hacia Estados Unidos y otros destinos, dentro y fuera del continente, motiva la acuñación de conceptos que sugestivamente incorporan el prefijo trans para dar cuenta del peso significativo de los desplazamientos y la inestabilidad de los fenómenos, objetos y nociones. La reflexión de López orbita, entonces, sobre los modos en que los movimientos migratorios y la dispersión de sujetos y comunidades afectan tanto la cultura contemporánea de la región como la totalidad del campo de los estudios literarios latinoamericanos.
López dialoga con la interpretación de Julio Ramos sobre la última ponencia de Antonio Cornejo Polar, leída in absentia en el XXXI Congreso de LASA, en abril de 1997, que fue luego publicada como texto con el título de “Mestizaje e hibridez. Los riesgos de las metáforas”. La intervención, que ha devenido un artículo clave para pensar las transformaciones del campo de estudios, es vista por Ramos como un cierre del proyecto crítico latinoamericanista de los setenta. López capta en las proposiciones del puertorriqueño cierto margen de maniobra para avanzar hacia la constitución de un latinoamericanismo posible, que se reconozca a sí mismo ya por fuera de categorías territoriales identitarias y que participe de una refundación del campo de estudios. La noción de extraterritorial, en este sentido, cumple un rol clave en la propuesta. La aportación de George Steiner sobre la dubitación y errancia, que se desprende de las obras de los grandes autores migrantes y exiliados del siglo xx, permite una focalización en las escrituras literarias como creaciones que buscan inventar, a través de diversas operaciones simbólicas, una red de filiaciones, linajes, intercambios por fuera del mero anclaje lingüístico o geográfico. La apelación al clásico ensayo de Steiner no traslada mecánicamente sus razonamientos al plano latinoamericano, sino que toma nota de la particularidad del fenómeno migratorio en la región y detecta un sentido trágico de lo extraterritorial, ligado al desarraigo, a la pérdida y a la conciencia de las asimetrías globales de poder que condicionan las partidas del lugar de origen.
De resultas, el latinoamericanismo extraterritorial se distingue de los anteriores por este gesto de restitución, pero también por su estrecho vínculo con lo literario. Se podría decir que su condición de posibilidad es la lectura de las letras latinoamericanas contemporáneas. La captación de sus desafíos estéticos y culturales es lo que impele las búsquedas de nuevos acercamientos y lo que anuda la necesidad de abrir nuevos horizontes con la atención puesta por las elaboraciones previas desarrolladas dentro y fuera la región. En este sentido, cabría preguntarse hasta qué punto, en la argumentación, lo extraterritorial resulta un punto de vista renovador y hasta qué punto confluye con el ánimo deconstruccionista y metacrítico que sobredetermina las aporías conceptuales y borra las huellas de luchas, debates y proyectos bien insertos en territorios, historias y legados. Algo similar se podría predicar acerca del devenir diaspórico de la cultura latinoamericana y la tendencia a enfatizar el carácter nómade de las sociedades antillanas y periféricas. Alejandro Grimson, en un libro publicado a la par de la enunciación de López, advierte acerca de cómo la generalización de la idea de diáspora para caracterizar comunidades y fenómenos interculturales se ha convertido en una moda académica (Grimson 22). El fenómeno exige, por lo tanto, una constante sospecha epistemológica ante la posibilidad de esencializar y homogeneizar una circunstancia histórica y geopolítica concreta, con matices particulares en cada caso.
A modo de conclusión: finales abiertos tras los giros
Las tres propuestas analizadas pueden ser pensadas como “latinoamericanismos después de los giros”, para subrayar una recuperación del concepto que se realiza luego de las grandes transformaciones en la teoría literaria y el pensamiento contemporáneo. A los tres casos se podrían sumar otros. Resulta menester incluir al menos los trabajos sobre latinoamericanismo enunciados por John Beverley (Latin Americanism), desde posiciones poscoloniales y aún poshegemónicas; Wilfrido Corral (El error), desde perspectivas que cuestionan desde adentro ciertas intervenciones metropolitanas sobre el tema; Marcela Croce (Latinoamericanismo), desde una entonación antiimperialista que revisa a la vez procesos históricos y elaboraciones culturales.
Más allá de sus diferencias, las tres intervenciones vistas convergen en captar la crisis del proyecto latinoamericanista secular en el contexto actual. En conjunto, postulan un debate que remite a la oposición entre tradición y archivo; el primero, entendido como la sucesión de elaboraciones previas, seleccionadas y jerarquizadas como legado normativo, y el segundo, como un dispositivo de acumulación de materiales heterogéneos, menos ajustado a las nociones de prestigio y trascendencia. Si se recuperan las consideraciones de Guido Herzovich citadas previamente, se puede afirmar que estos trabajos, que parecen situados entre un pasado cada vez más lejano y un presente cada vez más inasible, sugieren de manera implícita una pregunta por el futuro y lo común, la utopía y lo compartido, pero se abstienen de formulaciones asertivas o entonaciones programáticas. El latinoamericanismo de la descomposición apuesta a una impugnación de la tradición y un trabajo de revisión teórica sobre el archivo, abierto a la contemporaneidad y distante de proyectos aglutinadores. En los latinoamericanismos vernáculos, la operación se traza sobre el archivo y supone una estrategia de lectura renovadora, que tiende puentes entre las experiencias del pasado y las coyunturas recientes y que plantea una agenda de investigación transnacional. El latinoamericanismo extraterritorial toma la tradición como elemento constituyente y catalizador de creaciones en la producción literaria y en la conceptualización misma de la crítica latinoamericana.
El análisis y el contraste entre las tres alternativas indican la existencia de puntos en común que evidencian un acuerdo mínimo sobre el cual se puede trazar diálogos y elaboraciones futuras. El primero es la certidumbre de que todo latinoamericanismo posible hoy debe dejar atrás las ideas de identidad, modernización, representación y mediación letrada. Ninguno de los autores piensa a la literatura o a la crítica como discursos responsables de expresar una subjetividad colectiva, modernizar la cultura, interpretar los procesos sociales o alzarse como vanguardia sobre otros sujetos o colectivos. El segundo es la dislocación territorial del latinoamericanismo como proyecto, lo que desmonta la separación entre un adentro y afuera que se desprende de la ecuación dependentista de un centro imperialista y una periferia sometida. Eso no implica que las lógicas simbólicas y sentidos políticos derivados de las coordenadas geopolíticas de enunciación no tengan peso en las formulaciones. Más bien, todo lo contrario: los latinoamericanismos después de los giros declaran abiertamente la significación de cada gesto de legitimación asociado a espacios, instituciones, desplazamientos.
Por último, al recuperar el término mismo de latinoamericanismo, los trabajos invocan un conjunto de debates, obras, discursos —ora concebidos como tradición, ora pensados como archivo— que indican a las claras la voluntad de rediseñar orientaciones y programas para los estudios literarios latinoamericanos. De las tres propuestas, el latinoamericanismo extraterritorial es la que resulta más fértil para enriquecer el debate ya abierto entre los especialistas interpelados por el tema, ya que aborda en conjunto las principales problemáticas de la época y las enlaza con los esfuerzos previos. López, al recuperar el ánimo integrador del latinoamericanismo a secas, plantea una mirada a futuro que adquiere mayor anhelo programático y que lidia —con más o menos fortuna, con más o menos tensiones— con los cambios sociales y epistemológicos de las últimas décadas.
Para concluir, se podría agregar un último interrogante, tendiente a explorar nuevos enfoques ante los desafíos actuales del discurso crítico sobre las letras de América Latina. Se trata de la cuestión del objeto de estudio: ¿cómo se fundamenta hoy la vigencia y pertinencia de aquello que, hasta tiempos recientes, se ha denominado literatura latinoamericana?, ¿cómo dialogan estos nuevos latinoamericanismos con la producción literaria contemporánea, sus desafíos y potencialidades?, ¿cómo se lee, en la coyuntura actual, un objeto que ya no se define por la identidad, la lengua ni el territorio?
Tales cuestiones exceden con creces tanto las posibilidades como los propósitos del presente artículo, dedicado más bien a detectar, vincular y contrastar miradas contemporáneas sobre un concepto central, blanco de debates y disputas. Las preguntas derivadas del análisis y la reflexión acerca de cada uno de estos “latinoamericanismos después de los giros” buscan ser pensadas como una inquisición disparadora para convocar, interpelar y construir.
Referencias
Beverley, John. Latin Americanism after 9/11. Duke University Press, 2011.
Corral, Wilfrido. El error del acierto. Contra algunos dogmas latinoamericanistas. Quito, 2006.
______. Peajes de la crítica latinoamericana. Punto de vista, 2023.
Croce, Marcela, et al. Latinoamericanismo. Historia intelectual de una geografía inestable, editado por Marcela Croce. Simurg, 2010.
Degiovanni, Fernando. Vernacular Latin Americanisms: War, the Market, and the Making of a Discipline. University of Pittsburgh Press, 2018.
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1 En un volumen sobre el legado de Antonio Cornejo Polar, Raúl Rodríguez Freire profundiza estas críticas y cuestiona el carácter eurocéntrico de propuestas conceptuales como transculturación, heterogeneidad o culturas híbridas (“La quimera”).
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