Rosa García Gutiérrez (ed.), Todos los caminos conducen a Rulfo. Itinerarios del cuento mexicano desde el modernismo a El llano en llamas, Berlín, Peter Lang, 2023.

Estas oraciones iniciales no deberían figurar en una revista académica, ya que constituyen, entre otras cosas, una crítica precisamente de este medio. Si Gabriel Zaid había acuñado la expresión de los “demasiados libros”, en el mundo académico se debería poner a su lado la de las “demasiadas revistas”. Tanto las innovaciones electrónicas en la red, como la exigencia cada vez más urgente para profesores e investigadores en las universidades públicas y privadas de publicar, han tenido como resultado la aparición o consolidación de un número inabarcable de revistas de índole académica. No cabe duda de que, ante esa situación, la producción científica en los campos humanísticos ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Sin embargo, se publica no sólo para generar conocimiento nuevo o reinterpretar el existente, sino también (¿en primer lugar?) para obtener estímulos de la propia universidad, apoyos para proyectos, la pertenencia al Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores o instituciones similares fuera de México.

La cantidad de las publicaciones habrá aumentado, pero me temo que su calidad disminuyera considerablemente. Lejos los tiempos en los que un texto publicado en una revista de prestigio –antes de índices, factores de impacto, citas contables, orcid y doi– podía cambiar la estructura de una disciplina, podía efectivamente impactar o, por lo menos, causar polémicas. Lejos los tiempos cuando una decena de artículos escrita a lo largo de décadas podía ser el núcleo de una carrera académica respetable y respetada.

Y aun así… las revistas no se dan abasto y los investigadores, sobre todo los que inician sus carreras, muchas veces en balde tocan a sus puertas. El libro colectivo se ofreció como alternativa. Sin embargo, a pesar de que aumentara las posibilidades de publicar, en lugar destacado para los jóvenes, trae consigo otro peligro que podría dañar el prestigio científico de las investigaciones humanísticas más allá de lo inevitable. (Pongo un paréntesis: jamás las ciencias duras aceptarán la cientificidad de nuestras disciplinas; si con o sin derecho, cada uno lo deberá decidirlo para sí mismo.)

Los libros así publicados suelen tener una característica de revista, es decir, son misceláneos. Un título unificador y un prólogo / una introducción que intenta resaltar la homogeneidad del libro, justificar el epíteto “colectivo”, raras veces logran ocultar el hecho de que los artículos reunidos suelen ser heterogéneos y tener nexos a lo sumo vagos entre ellos. Los textos aislados pueden ser sobresalientes, el conjunto del libro, no obstante, no cumple con su objetivo prefijado y aporta poco a la generación de nuevo conocimiento o al análisis novedoso del existente. Es lícito remitir, en este contexto, a una regla aplicada sobre todo en revistas culturales de difusión: un puñado de textos excelentes no garantiza la buena calidad de la revista, esta distinción sólo el conjunto la puede otorgar.

Describo esta problemática para poder resaltar mejor la excepcionalidad de Todos los caminos conducen a Rulfo. Itinerarios del cuento mexicano desde el modernismo a El llano en llamas. Rosa García Gutiérrez edita un libro que es colectivo en el mejor sentido de la palabra. El reseñista no se encuentra ante la necesidad complicada de destacar dos o tres aportaciones, de elogiar a dos o tres autores y dejar a los demás en la nefasta sombra del et al., insinuando que no valen tanto la pena, que sus aportaciones son secundarias o inexistentes. Se juntaron veinticuatro académicos de dos continentes para subordinar sus propios intereses y especialidades a un tema superpuesto, los veinticuatro sirven a la temática, enriquecen un campo de estudio concreto, aportan como colectivo al discurso científico, encuentran, finalmente, nuevas facetas a tratar y profundizar en un campo que parecía agotado: la cuentística de Juan Rulfo, El llano en llamas.

No hay ningún texto que se ocupe específicamente de la narrativa de Rulfo, pero las veinticuatro aportaciones la enfocan partiendo de épocas y contextos variables. El libro se basa en una premisa sencilla: El llano en llamas, colección que Roberto González Echevarría, entre muchos otros, considera “un punto culminante en la historia del cuento latinoamericano” (Breve historia de la literatura latinoamericana colonial y moderna, 243), a la altura de las narraciones de Quiroga, Borges, Carpentier y Cortázar, ofusca en México la producción de prosa corta anterior. Ninguno de los autores reunidos en Todos los caminos conducen a Rulfo duda de que El llano en llamas mereciera la fama que tiene; sin embargo, demuestran que no hay autor que cree desde la nada, que empiece literalmente en ceros y sea capaz de reorganizar el campo literario. El respeto, la admiración o la distancia crítica caracterizan, en este sentido, la postura de Rulfo frente a sus muchos antecesores, frente a autoras y autores que no deberían catalogarse como efímeros, secundarios, preparadores o, el peor de los casos, superfluos.

La academia mexicana de las Letras no ha salido del todo de una postura que pone las obras maestras como su enfoque principal, una postura que ignora que cualquier obra es parte de una tradición que prolonga o tergiversa. En este sentido, Todos los caminos conducen a Rulfo no establece influencias y antecedentes olvidados, sino traza un desarrollo que inicia en el pre-modernismo y modernismo, conduce sobre Julio Torri, Efrén Rebolledo y los Contemporáneos, que de su parte suelen hacer olvidar el hecho de la existencia de vertientes sociales en el cuento mexicano, a los compañeros de camino y antecesores inmediatos de Rulfo: Tario, Rojas González, Revueltas, Arreola.

A lo largo de los artículos se establece una cadena, eslabones interconectados a los que El llano en llamas se agrega como cierre provisional. Dada la parca bibliografía de Rulfo, la casi ausencia de textos autobiográficos y lo poco explícita que suele ser la correspondencia, resulta complicado reconstruir la biblioteca del jalisciense. Dependemos al respecto en buena medida de testimonios de terceros los que no siempre son confiables. Frente a esta situación, Todos los caminos conducen a Rulfo prefiere un acercamiento metodológico divergente que rebasa los tradicionales estudios de influencias o los análisis estructuralistas. Se reconstruye un campo literario específico, el de la narrativa corta mexicana, que abarca aproximadamente un siglo. No podemos saber a ciencia cierta si Rulfo leyó a Micrós o a Couto Castillo, hasta qué grado llegó su admiración por Torri o Tario, qué tan cerca siguió a Rojas González. Sobre todo: no podemos saber cuál es su deuda precisa con los autores de la narrativa de la Revolución y con los productos de por sí heterogéneos que habían dejado Azuela, Guzmán, Campobello y muchos otros. Mas, podemos saber cómo todos ellos (y los que no se mencionan ni en el libro editado por García Gutiérrez ni en esta reseña) forman este campo de la narrativa corta, construyen sus ramificaciones y subcampos. En otras palabras, podemos saber algo sobre el funcionamiento de un rizoma que se unifica por un momento para generar una obra destacada. Los veinticuatro artículos del libro persiguen de manera homogénea esta meta y se le acercan.

Las metas en los estudios humanísticos jamás se alcanzan, hay que volver a empezar, regresar a lo ya estudiado, intentar otras metodologías y teorías. En este sentido, Todos los caminos conducen a Rulfo ofrece material valioso para futuros estudios que podrán completar el campo esbozado y podrán acercarse de esta manera a otros autores, a otras obras mal calificadas como maestras que, si no se exponen a este tipo de acercamiento, corren el peligro de petrificarse en su estatus de parteaguas.

Corrijo la imagen de la cadena: sabemos ahora que El llano en llamas es un eslabón que cierra, pero, al mismo tiempo, permite la apertura y constituye el primer eslabón de una nueva cadena. Este juicio puede tacharse de perogrullada. Sin embargo, hace justicia a un libro que en ningún momento pretende revolucionar, mucho menos decir la última palabra sobre un tema, sino que efectivamente sirve a su autor porque busca aclarar su posición dentro de un campo. No cuestiona la calidad extraordinaria del cuentista Juan Rulfo, sino que le encuentra buena compañía y, más importante, ofrece nuevas herramientas críticas a estudios venideros que podrán analizar el conjunto de los cuentos o textos aislados bajo una perspectiva más objetiva y menos prejuiciada por la idea de la obra maestra.

Andreas Kurz

Universidad de Guanajuato