José Vasconcelos. Ideario de acción: Discursos, artículos, cartas, documentos 1920-1924, por Raúl Trejo Villalobos (Introd. y sel.), Cámara de Diputados, 2022, pp. 368.

José Vasconcelos. Ideario de acción: Discursos, artículos, cartas, documentos 1920-1924 está conformado por un conjunto de textos recopilados por Raúl Trejo Villalobos, especialista en filosofía en México. La publicación es valiosa por diversas razones entre las que destaco cuatro: (i) recupera varios escritos de José Vasconcelos (1882-1959) –además de añadir muchos otros– que eran casi imposibles de conseguir en la actualidad; (ii) nos recuerda el papel central de Vasconcelos en la construcción del México postrevolucionario de los años veinte; (iii) muestra que su ferviente hispanoamericanismo gestó su ideal de raza cósmica y dio paso a la llegada de filósofos americanistas posteriores como Leopoldo Zea; (iv) pone de manifiesto la vigencia del pensamiento vasconcelista a través de algunos aspectos retomados por el actual gobierno mexicano, llamado de la Cuarta Transformación (4T). A continuación hablaré sobre la estructura del libro, esbozaré cada una de las razones señaladas y al final daré unos breves comentarios críticos.

Por ser un libro editado por la Cámara de Diputados de la República mexicana añade al inicio, más bien por protocolo, breves prólogos de miembros distinguidos de la Cámara. A dichos prólogos le siguen el Estudio Introductorio de Trejo Villalobos y los cincuenta textos de Vasconcelos que conforman el volumen más una carta de Alfonso Reyes. Los textos están distribuidos cronológicamente en cinco bloques correspondientes al año en que cada escrito vio la luz (1920–1924) y tienen la forma de ensayos, discursos, artículos periodísticos, cartas y boletines universitarios. Al final del volumen Trejo Villalobos agrega una bibliografía y hemerografía con valiosa información para el lector, que incluyen tanto los escritos de Vasconcelos como textos de consulta sobre la obra del pensador mexicano.

En cuanto a las razones que hacen valioso este libro, (i) la primera razón que justifica su publicación es que vuelve asequible lo inasequible, ya que varios de los textos que integran este volumen habían sido editados hace muchos años y por lo mismo eran de difícil acceso, por no decir casi imposibles de conseguir. Al respecto, hay que destacar la importancia de la recopilación peruana de 1924 a cargo de Alberto Vara Llanos, titulada Ideario de Acción (Mensajes, cartas, discursos, ensayos), de la cual no sólo se retomaron sus textos, sino que además inspiró el título para esta nueva edición. Los otros textos que conforman esta antología fueron retomados de varias fuentes, tal y como se indica en el estudio introductorio.

(ii) La segunda razón es que evidencia, a la par que nos recuerda, el papel central de Vasconcelos en el México de los años veinte del siglo pasado, esto es, en el periodo posrevolucionario que más que ser de reconstrucción nacional fue el tiempo de la verdadera construcción nacional. Tras su breve paso como rector (1920-21) de la Universidad Nacional de México creada por Justo Sierra en 1910 –véase el “Discurso con motivo de la toma de posesión del cargo de rector”–, Vasconcelos, es de sobra conocido, impulsó la creación de la Secretaría de Educación Pública, dependencia que sustituyó a la también creada por Sierra Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (1905-17) –véase “Cinco circulares” y “Proyecto de Ley” contenidos en este volumen–. Lo que no es tan sabido y que las páginas de esta antología evidencian es cómo el pensador que le dio vida a esa nueva secretaría no sólo la dotó de herramientas teóricas y normativas para cumplir su papel de “cruzada” teñida de “verdadero fervor apostólico” (p. 59), como él mismo la describió; las páginas de esta antología también muestran al filósofo que tuvo que involucrarse en aspectos prácticos y más mundanos como lo fueron asuntos presupuestales, la construcción de un sin número de nuevas escuelas y la remodelación de otras tantas. Varios textos de esta antología lo revelan como un hombre de acción más que de teorías, un pensador político, un individuo preocupado por y consciente de la necesidad de construir en un doble sentido: construir instituciones que superaran “el periodo simiesco de sola imitación sin objeto” (p. 56) y construir edificios –“la obra más patriótica y más eficaz en materia educativa es construir, pero construir en el sentido de edificar” (p. 300), como escribe en el texto “Hay que construir” (1923)–. Vasconcelos, tal y como nos revelan estas páginas, era consciente de que debían cubrirse aspectos elementales de infraestructura antes siquiera de intentar cumplir el ideal educativo de “moldear el espíritu” (p. 257) y “regenerar una raza” (p. 310) a través de la educación.

(iii) Otra razón tiene que ver con lo que bien indica en su prólogo el senador Héctor Vasconcelos, hijo de José, al mencionar que su padre “no era un filósofo profesional” ni sus textos filosóficos “establecieron un claro diálogo con la filosofía de su tiempo” (p. 28), entre otras cosas porque filosóficamente, no tuvo la intención de abandonar los temas de la metafísica ni del cristianismo. Lo dicho por Héctor Vasconcelos es cierto, al igual que lo es su conclusión de que la obra filosófica de su padre “tiene pocas probabilidades de suscitar interés en el futuro” (p. 28), quizá por eso mismo esta antología es aún más interesante porque en lugar de reeditar los textos más filosóficos de Vasconcelos, escritos en las primeras tres décadas del siglo XX, recopila escritos sociales de temática variada. Respecto a esto, José Vasconcelos fue una figura destacada en la configuración de la nacionalidad mexicana post-revolucionaria. Su famoso libro “La raza cósmica” (1925) –quizá el más conocido en la actualidad de su amplia producción– es resultado de varios de los artículos que componen esta antología y por eso su lectura resulta provechosa y útil. Para llegar a esa teoría hubo antes otra preocupación que ocupó la mente de Vasconcelos: su convicción latinoamericana entendida como hispanoamericanismo incluyendo a Brasil o, en otras palabras, su apuesta por “la gan patria hispanoamerican2- (p. 148) y por la “unidad de nuestra raza hispanoamericana” (p. 206) –véase “El nuevo escudo de la Universidad Nacional”, “Nueva Ley de los Tres Estados”, “La Federación de Intelectuales Latinoamericanos”, “La Revolución y la instrucción pública en México”, “Orientaciones del pensamiento en México”, “La respuesta del licenciado Vasconcelos”, etc. Incluso en uno de los últimos textos de esta recopilación, “Mensaje a Norteamérica”, acaso por estar dirigido a estudiantes de Texas o simplemente por haber sido redactado con sutileza diplomática, Vasconcelos parece sostener una actitud más universalista que concilia a toda la humanidad sin distingo de nacionalidades, idiomas y razas; sin embargo, hacia el final del escrito aparece de nuevo su afán de horizonte común e integración latinoamericana, que no continental, y les recuerda a sus interlocutores anglófonos que “hacia el sur hay linderos, linderos políticos, diferencias de sangre, de idioma, de temperamento” (p. 355) que sólo podrán superarse desde el “amor fraternal”, no desde la guerra, el rencor o el odio–.

(iv) La última razón tiene que ver con la vigencaia del pensamiento político-social de Vasconcelos, que puede verse en algunas acciones e ideas de la llamada 4T. En cuanto a las acciones, está la política de “crear escuelas” (actualmente universidades) en zonas alejadas y cuya oferta académica se centre en ciencias aplicadas que cubran las necesidades prácticas de la población rural; la de crear “bibliotecas ambulantes” para fomentar la lectura y que ha sido retomado por el Fondo de Cultura Económica; la del “fomento de la educación artística del pueblo”, programa que actualmente se llama ‘semilleros creativos’, etc. Por otro lado, en cuanto a los ideales del actual gobierno, repetidos una y otra vez en los últimos tiempos, es interesante notar que algunos de ellos podrían ser citas textuales del pensador mexicano, como el lector podrá reconocer a partir de los textos “Un llamado cordial”, “Cuando el águila destroce a la serpiente”, “Nueva ley de los tres estados”, “El primer congreso internacional de estudiantes”, “Toma de posesión del nuevo rector”, “La revolución y la instrucción pública en México” o del “Discurso pronunciado en el acto de inauguración…”.

Para terminar, quisiera mencionar un par de comentarios críticos sobre el libro: hay errores ortográficos que se deberían revisar porque, en casos muy puntuales, confunden al lector; el estudio introductorio es básicamente histórico-biográfico y por lo mismo desaprovecha la oportunidad de definir, aunque sea sucintamente, conceptos filosóficos básicos que Vasconcelos usa con frecuencia y que sin ser explicados resultan oscuros y hasta confusos para un lector no experto en la jerga vasconcelista.

Quizá el principal mérito del libro es que introduce al lector al amplio mundo de José Vasconcelos —pensador agudo y hombre fundamental de las primeras décadas del siglo XX mexicano— a través de muchos de los temas que le preocuparon y a los que dedicó muchas páginas de su prolífica obra. Los textos muestran al filósofo convencido, al pensador contradictorio que por momentos tenía más ganas de hacer y de decir que de detenerse a pulir lo redactado. No se trata de una aproximación exhaustiva como ocurre en publicaciones de obras completas conformadas por varios volúmenes, pero sin duda el lector que lea las trecientas sesenta y ocho páginas que conforman este libro conocerá con cierto detalle a Vasconcelos y adquirirá un muy buen conocimiento suyo. A pesar de que ni el tema del libro ni su formato es nuevo (se han publicado ya muchas antologías de Vasconcelos), se trata de una importante contribución al campo de los estudios latinoamericanos, al de la filosofía en México y al de la historia de las ideas, áreas que merecen cada vez más y mejores obras de consulta.

Alberto Luis–López,

Universidad de Ottawa