Teoría del personaje literario y casos prototípicos

Adriana Azucena Rodríguez, 2022, Caracter/Carácter. El personaje literario, México, Universidad Autónoma

de la Ciudad de México.

Caracter/Carácter, de Adriana Azucena Rodríguez, se divide en dos partes, “El personaje: teoría” y “Los personajes: algunos paradigmas”, que reúne casos prototípicos, como el pastor en las novelas españolas del Siglo de Oro, y personajes relacionados con lo sobrenatural-fantástico, lo metaficcional, la minificción y géneros en los que aparece en crisis. El libro parte de varias hipótesis: 1) El personaje no se ha estudiado lo suficiente por su complejidad, la cual “involucra la verosimilitud, la mímesis y la función, reglas genéricas, construcción artística, experimento creativo y constructo histórico” (7). 2) Las clasificaciones y tipologías del personaje no han abundado en el estudio de su subjetividad, localizable en aspectos como la caracterización, recursos verbales (descripción interior y exterior) o el diálogo, así como la concepción del hombre según la perspectiva de una época o autor. 3) Un personaje se crea a partir de la atribución de una conciencia aun cuando sean seres irracionales o inanimados.

Las premisas fundamentales de la obra son: el personaje 1) debido a la condición específica de actuación que posee, es un elemento de las consideradas obras con trama: teatro, relatos, poemas narrativos; 2) es una imitación del ser humano: es construido con enunciados como los empleados a propósito de una persona y como tal es percibido, olvidando que responde a un propósito previo, función narrativa o estilo autoral; 3) además de imitar responde a otras necesidades, como la construcción de la trama y un efecto de tensión; 4) “Por lo tanto, más que «imitación del individuo», es una «ficción del individuo», lo que implica una tensión entre los límites de la mímesis y la invención” (8). Rodríguez agrega que el ser humano es sujeto de una constante ficcionalización, de modo que el personaje es una reflexión constante acerca de lo que es y no el ser humano. Debido a esto se aborda al personaje en muchas ocasiones como si fuera real, a partir de conceptos como la teoría mimética literaria y su construcción depende de los mismos recursos discursivos que aportan información sobre la consciencia de individuos reales. Así, el libro busca contribuir al distanciamiento crítico necesario para comprender mejor cómo funciona el ente de ficción.

Caracter/Carácter desarrolla sus temas de lo general a lo particular, de modo que inicia con un recuento teórico exhaustivo, el cual parte desde Aristóteles. Los primeros apartados revisan a detalle aspectos esenciales como origen y definiciones del personaje, tipologías de clasificación, el héroe, caracterización y técnicas de construcción, entre otros. La primera parte incluye otros dos capítulos. “[Se escribe que] pienso, luego [se escribe que] existo. La conciencia en la creación del personaje” plantea propuestas de análisis e interpretación del aspecto psicológico y aborda la conciencia, rasgo central del sujeto ficcional: “¿Cómo un objeto inanimado, una ciudad o un inmueble, puede funcionar como personaje? ¿Qué permite hacer de un ser irracional, un animal o un vegetal, un personaje?” (57); la conciencia se aborda a partir de la acción, reflexión y motivación del personaje, así como los recursos de la conciencia-personaje y a partir de la interacción de éste y el narrador. “La construcción psicológica del personaje” desarrolla que éste es un conjunto de enunciados que recrea posibilidades de comportamiento humano y por tanto comunica reacciones en los lectores: la supuesta carga psicológica que motiva dichas reacciones forma parte del proceso de caracterización textual. Este tema parte de conceptos como la etopeya, la narratología, la persona en contraste con el personaje, la ideología (si corresponde al personaje, autor o lector), y la naturaleza intra y extratextual de la psicología del personaje.

La segunda parte del libro comprende cinco capítulos, nutridos de ejemplos y citas, sobre casos paradigmáticos de personajes. “Sociología e ideología. El caso del personaje del pastor novelesco en la literatura española áurea” explica que en la novela del siglo XVI hispánico aparecen varios personajes paradigmáticos de la misma como el pícaro, el quijote, la celestina, los cuales crean géneros novelescos y reflejan situaciones reconocibles, tales como la pobreza o los hábitos sexuales. A la vez, el pastor novelesco es lo opuesto, al ser “pura aspiración idealista, la construcción de lo que «debería ser», en cuestiones de cortejo y convivencia” (10), de modo que se trata de un caso de personaje que no representa fielmente la realidad, sino a lo que se aspira. Así, la novela pastoril sólo puede comprenderse en función de su contexto ideológico y social, pues la nobleza, motivada por su nuevo modus vivendi (lejano a las armas de antaño) y la aspiración al mismo, promovió su desarrollo: si bien este tipo de obras narran historias de amor entre pastores idílicos, éstos representaban “la recreación del nuevo estilo de vida nobiliario […] un modelo opuesto al aventurero militar y al mercantilista […] la imitación del refinamiento italiano que impulsaba la creación artística y favorecía el mecenazgo” (136-137). Así, el menosprecio por la corte y otras formas de vida (el conquistador, el mercader) se reflejaba en la alabanza de la aldea y el pastor cortesano.

“El personaje y lo sobrenatural en lo fantástico y géneros cercanos” trata sobre personajes humanos que entran en contacto con entidades sobrehumanas y sobrenaturales, las cuales dieron forma a preocupaciones humanas como la trascendencia espiritual o temores corresponden a la realidad intangible. Rodríguez clasifica los personajes de los relatos fantásticos en función de tres posibles relaciones: “1) el personaje humano en relación con lo sobrenatural; 2) el personaje sobrenatural en relación con el humano; 3) el personaje humano marginado de lo sobrenatural” (142), quien al no percibir los fenómenos sobrenaturales puede ayudar a validarlos o no. Los distintos puntos de vista proporcionados por cada tipo de personaje generan perspectivas diversas que contribuyen a crear el efecto de vacilación correspondiente al género, mismo que creará procesos de identificación medulares en el efecto final, tales como compasión, incredulidad o la breve credulidad establecida durante el acto de lectura. La autora comenta que en este tipo de literatura el estudio del personaje parece relegado como representación de las preocupaciones humanas ante lo sobrenatural, por lo que se deja de lado su importancia en lo relativo a los efectos de lectura así como en cuanto a su relación con la trama, pues esta se sostiene en el enfrentamiento del personaje a pruebas que lo lleven al desenlace.

En “El personaje metaficcional” tras un recuento de términos relacionados con este tipo de literatura (novela autoconsciente, sobreficción, metaficción historiográfica, metaficción) la autora comenta que “la construcción de un discurso metaficcional es un asunto de conciencia” (158), es decir, depende de un personaje, única instancia capaz de realizar acciones en la ficción. La variedad de términos mencionada líneas arriba señala los diversos recursos que implican la presencia de un personaje y su conciencia como parte del proceso de creación ficcional, lo cual es importante al grado de que esa conciencia determina los diferentes propósitos y efectos de la metaficción. A partir de esto, Rodríguez propone una taxonomía de personajes metaficcionales: el personaje “humano” incapaz de asumir su condición ficcional, como Don Quijote; el narrador = autor = personaje, procedimiento bajo el cual el narrador da cuenta de la génesis de la escritura; la escritura personaje, consistente en la personificación del texto, dotado de conciencia; el personaje consciente de la imposibilidad de su existencia: el encuentro entre autor y personaje, que “representa un conflicto en diferentes niveles: la metaforización de la relación entre el hombre y su creador” (178). Las conclusiones de esta taxonomía son: los personajes que se descubren seres de ficción representan un cuestionamiento a la naturaleza ontológica del hombre, y los personajes rebeldes ante su autor son una analogía de la conciencia humana ante la posibilidad de enfrentarse a su creador.

Dos capítulos cortos cierran la obra. “Personajes en la minificción” aborda la composición de personajes en relación con la brevedad de este género. Rodríguez ofrece una tipología de personajes que incluye diversos recursos, desde el empleo de genéricos, arquetipos, estereotipos a personajes individuales, sobrenaturales, intertextuales: todos ofrecen las mismas características con que aparecen en otros géneros, aun cuando son fórmulas generalizadoras de personajes. En “Colofón: ¿Crisis del personaje?” se habla de “el personaje literario [que] dejó de actuar, de ser ficción, de ser representación o mímesis” (199) a partir del incremento de la complejidad existencial del sujeto, lo cual “refuncionalizó” al personaje, ya no empleado más sólo como imitación directa. El personaje individual fue sustituido por el colectivo y después por la ausencia de tema. Este capítulo aborda el personaje sin atributos, el teatral y la “nueva novela”, en la cual predominan las significaciones de los objetos sobre las acciones. Por último, se mencionan otros proyectos que cuestionan al personaje como mímesis: la no ficción y la autoficción.

Rodríguez desarrolla, por medio de las hipótesis y premisas iniciales, los análisis ofrecidos en la segunda parte del libro. El capítulo inicial, exhaustivo recuento teórico de estudios sobre el personaje, se constituye por medio de las múltiples argumentaciones y referencias que ofrece como un objetivo referente teórico del tema. La segunda parte del libro reúne posibilidades analíticas sobre el estudio subjetivo del personaje, la creación del mismo a partir de la atribución de una conciencia, así como su condición específica de actuación, función narrativa, papel en la construcción de la trama y el efecto de tensión y como “ficción del individuo”, posibilidades que quedan sobre la mesa para desarrollar este tipo de análisis.

Juan Carlos Gallegos Rivera

Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa