Maternidad: historia, letras

e imagen

Alma Mejía González (coord.), Reflexiones y representaciones de la maternidad. La ficción, el pensamiento y la imagen, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2020.

El libro Reflexiones y representaciones de la maternidad. La ficción, el pensamiento y la imagen es producto de diez importantes investigaciones realizadas en los ámbitos de la literatura y la historia. Las primeras ocho mantienen una secuencia cronológica que permite entender el tratamiento que autoras destacadas como Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Victoria Ocampo, Gabriela Mistral, Rosario Castellanos, Leonora Carrington, Patricia Laurent Kullic, Guadalupe Nettel y Samantha Schweblin, le dieron al tema de la maternidad en un extenso período que va del siglo xix al xxi. Las últimas dos se expresan acerca del feminismo, la literatura y la fotografía. Palabra e imagen se conjuntan para expresar la influencia recíproca del arte y la vida.

Comienzo esta reseña con la descripción del artículo “Feminismo y literatura: problemas en la representación de la maternidad”, pues, aunque no es el primer texto del ejemplar es una investigación que intelectualmente encabeza todas las reflexiones del libro. En ella, Aralia López formuló una importante precisión respecto al término que nos ocupa: “La idea y, por tanto, la representación de la maternidad, como casi todo en la vida, ha venido sufriendo cambios. El sentido de maternidad, concepto y valor sociocultural asociado a la imagen y al imaginario de lo femenino (como sexo y como género), ha venido evolucionando históricamente de acuerdo con los cambios y necesidades de las diversas épocas” (211). Esta apreciación es muy relevante debido a la manera en la que se relaciona con la identidad femenina individual y colectivamente. En las sociedades y épocas, en las que la maternidad se consideraba un instinto, las mujeres tenían que cumplir con su “misión biológica”. Con el paso del tiempo, se ha descubierto la carga ideológica que sostenía a ese dogma. De hecho, se le ha rechazado hasta el punto de considerar que la maternidad es una elección.

López González fue una de las primeras académicas que se dedicó a estudiar y difundir profesionalmente crítica literaria con enfoque de género. Durante más de treinta años interpretó a escritoras que reflexionaron acerca de la mujer y su situación sociocultural desrealizando la imagen estereotipada que los autores solían crear. Por eso su estudio tiene la admirable capacidad de sintetizar y conjuntar la perspectiva de más de veintiocho escritoras mexicanas y latinoamericanas de los siglos xx y xxi.

Por su parte, Alma Mejía González se expresa sobre las “Formas de ser madre. Las ideas sobre la maternidad en Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán”. Acerca de la primera, hace mención de su excepcional formación académica. Destaca los sobresalientes argumentos que con base en la maternidad esgrimió para defender el derecho de las mujeres a la educación. Sus razones se proyectaron siempre hacia el futuro, pensando en las que enviudaban o eran abandonadas; según Arenal, era necesario que se les educara para que contaran con una profesión y sustento digno. Mejía González enmarca con precisión el esmero con que Arenal pretendió vencer las resistencias de los hombres de esa época: “las precarias condiciones económicas en las clases menos privilegiadas provocan la enfermedad, la debilidad y, a veces, la muerte de los niños, las cuales se evitarían si las mujeres pudieran tener empleos bien remunerados y si contaran con la educación y la información higiénica necesaria” (25). En contraste, en Emilia Pardo Bazán, Mejía encuentra a una exponente del tema de la maternidad mucho más desafiante. De acuerdo con la escritora coruñesa, la mujer no tiene por qué deberse a los otros, sino ser para sí, con lo cual llegó a la conclusión de que la maternidad era solo una posibilidad fisiológica y temporal que en vez de ser sublimada debía ser colocada en el mismo orden de importancia que el cultivo “de la vida inteligente, reflexiva y cuestionadora” (35).

En la misma línea de pen-samiento decimonónica, Leticia Romero Chumacero da cuenta de “Tres rostros de la maternidad en Simplezas”, de Laura Méndez de Cuenca. En México, al igual que en España, se aspiraba a que las madres cumplieran con los estándares de lo ideal. Hecho que era difícil de alcanzar considerando las circunstancias de precariedad en las que, como ha quedado expuesto, vivían las mujeres (incluso las que contaban con una formación profesional). Según los datos biográficos que Romero Chumacero ofrece sobre Méndez de Cuenca, los desafíos que la autora tuvo que afrontar en la vida real (viudez, pobreza, mortandad frecuente de sus hijos) no eran muy diferentes a los problemas que sus personajes sorteaban en la ficción. Por lo mismo, ella trascendió los moldes literarios de los personajes femeninos que predominaron en la narrativa: la donna antgelicata y la femme fatale; en su lugar, creó “mujeres fuertes y delincuentes; madres y esposas anómalas” (55).

Con el paso del tiempo, los pensamientos planteados por las escritoras decimonónicas continúan un proceso de maduración resistente a la anulación de la mujer como ser racional valioso. Así lo demuestra Mayuli Morales Faedo, en el capítulo “Expresión=creación: poética y lectura de la maternidad desde el ensayo en Victoria Ocampo y Gabriela Mistral”. “La querella de las mujeres” acontecida en el siglo xix, rinde frutos en el xx a partir de la producción de ensayos de autoría femenina, en los que, al tiempo que se reflexiona sobre la maternidad, se postula una poética. Es muy importante prestar atención a esta doble función, ya que evidencia que las escritoras no eran ajenas a las discusiones intelectuales y literarias de su época. Morales Faedo demuestra esto analizando e interpretando las ideas de Victoria Ocampo en “La mujer y su expresión”, texto en el que reflexiona profundamente sobre los alcances del término expresión, qué significa al pensamiento femenino y sus asuntos como aspectos sociales fundamentales con carácter sociohistórico y artístico. Por su lado, Gabriela Mistral, presenta a la maternidad a partir de un estilo metafórico que la reviste de valor en tanto que se separa de imágenes estereotípicas. Así resalta la intención de problematizar los principios estéticos reducidos a producir placer y a emitir una imagen ideal de maternidad.

No es sencillo ser madre, no basta con tener un cuerpo femenino para ejercer la maternidad. Acerca de esto habla Claudia Maribel Domínguez Miranda en “La maternidad como reflexión y como asunto político en los ensayos de Rosario Castellanos”. Indica que, a lo largo de veinticinco años, de 1949 a 1974, la escritora chiapaneca escribió sobre el tema. Entre las objeciones que encontró para el ejercicio de la maternidad fue la franca aversión que algunas mujeres demostraban: “encontramos gradaciones de matices. Desde la que soporta el advenimiento de los hijos como una catástrofe inexorable, hasta la que se desentiende de ellos […] Prefiere la condena universal y la reclusión en una cárcel antes que mecer una cuna” (100). La importancia de reconocer este rechazo a una imposición consagrada durante siglos no era menor; sobre todo, si se toma en cuenta que para ella formar niños sanos repercutía en la constitución de sociedades óptimas: de ahí que formara una equivalencia en la que una familia sana era igual a una sociedad sana. ¿Cómo llegar a ser una sociedad ideal? A su juicio, mediante el reconocimiento lúcido de la voluntad de las mujeres y el otorgamiento de derechos educativos y reproductivos equitativos.

Rosario Castellanos no fue la única escritora que se preocupó por hablar de la infelicidad con la que las mujeres solían asumir la imposición del matrimonio y la maternidad, también María Luisa Puga manifestó el problema reiteradamente. Elvia Lucero Escamilla Moreno lo señala así en “Retratos de la maternidad en la obra de María Luisa Puga”, en donde sin rodeos asegura: “lo femenino y la maternidad como producto y realización plena de la feminidad son construcciones que no elaboró la mujer, pero que son perpetuadas por ella a través del silencio que madres y abuelas transmiten” (125). De nuevo, la maternidad se juzga como un estado fantaseado de bienestar; en la realidad narrativa, el cuerpo revela su falsedad. En consonancia con él, los personajes femeninos experimentan desconcierto, incomodidad y soledad, un sentimiento común al de muchas mujeres que, en el siglo xx, solo tenían la opción de sentirse realizadas mediante el matrimonio y la maternidad.

Si bien cada uno de los artículos que conforman este libro puede leerse individualmente, ya que cuentan con una nutrida y amplia contextualización, su lectura en conjunto proporciona una mirada minuciosa entorno a la experiencia individual y colectiva de la maternidad. Berenice Romano Hurtado ahonda en la vivencia personal de las mujeres y confiesa más sentimientos y consecuencias en su texto, “El cuerpo en la escritura: abandono y maternidad en Partida de nacimiento de Virginia Cosin”. La primera observación que realiza en torno a la novela es la intención de la autora de hablar del nacimiento de su hija y del suyo propio. Con Cosin, la mujer nace y muere cada vez que admite que una madre “no es la figura sólida que habitualmente representa, sino una llena de pliegues y fracturas que muestra su lado más vulnerable” (159).

Este libro comienza en orden deductivo. Las primeras autoras parten del análisis de ensayos de género, logran dar una visión objetiva de la maternidad como un problema social. El resto de ellas avanza hasta materializar la situación en la narrativa en la que se representa a los hijos de madres que, en definitiva, impactan a sus descendientes con sus carencias. Ana Rosa Domenella lo muestra claramente en “Madres trasmutadas por la ficción: Carrington, Laurent y Nettel”. Ella parte del origen del problema: el estado de despersonalización al que se somete a la madre desde que comienza a serlo. Se apoya en las ideas de Nora Domínguez para afirmar: “en general, las madres no tienen voz y, si alguien habla por ellas, son los hijos. Parecen no tener historia anterior, porque nacen ya como ‘madres’ y pierden el nombre propio, se convierten en ‘mi madre’ o ‘la madre de…’, por lo que carecen de un ‘Yo autónomo’” (168). Esta idea se sostiene en el variado corpus elegido por Domenella: “Mi madre es una vaca” de Leonora Carrington, La giganta, de Patricia Laurent Kullick, y El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel. Mediante distintas gradaciones ficcionales indican que las madres no cumplen con los ideales de sus hijos porque son desprovistas de su halo sagrado, porque tienen que sobrevivir a ambientes adversos o porque no logran cumplir con sus propias aspiraciones.

El problema es que las madres no están exentas de los accidentes de la vida, son quienes pueden ser. Karina Mashelin Reséndiz Perales continúa la exposición de este hecho en el capítulo “‘Nada de todo esto’, de Samanta Schweblin: la relación madre e hija en medio de la locura”. Antes de problematizar la situación, Reséndiz Perales advierte que la escritura de Schweblin encuentra en la familia un núcleo en el que suele darse lo extraordinario, lo anormal y lo insólito. No retrata a la madre idílicamente; la configura en función de los comportamientos que manifiestan su locura, y esta es su mayor legado. A decir de Victoria Sau: “La relación hija-madre es la más dramática de todas las relaciones humanas porque pone en evidencia la condición servil de la mujer más que ninguna otra, al verse obligada la madre a transmitir a la hija, por toda la herencia relacional, la opresión, discriminación y explotación que ella misma sufre” (203).

El ejemplar culmina con una investigación de Patricia Masse titulada “De la anunciación a la procreación. El embarazo en la fotografía en México”. Parte de un comentario cautivador de Pierre Bourdieu: “Una mujer encinta es normal, pero en una foto me sorprende” (221). La imagen a la que hace referencia es la fotografía que Manuel Álvarez Bravo le tomó a su esposa en 1948. En ella, muestra a Doris Heyden orgullosa de un vientre pronunciado, con lo cual le da a la maternidad una dimensión estética poco frecuentada por los artistas de los siglos xix y xx. Masse afirma que los fotógrafos, en general, no se interesaban en la vida doméstica de las mujeres porque en esa época la gestación no se apreciaba en su dimensión histórico-social. De modo que estamos ante uno de los primeros estudios que analizan la imagen de las embarazadas desde un enfoque humanístico. Esta investigación se divide en tres secciones: anunciación, secreto y revelación. Las primeras secciones presentan un recorrido cronológico que inicia en el siglo xix con fotos de familias y señoras que disimulan la gravidez. Por su parte, la última concluye con retratos de Tina Modotti y Ana Casas Broda, cuyos puntos de vista desafían la perspectiva de sus antecesores toda vez que incluyen la desnudez y la voluptuosidad en el embarazo.

En suma, las lectoras y lectores de Reflexiones y representaciones de la maternidad. La ficción, el pensamiento y la imagen encontrarán un extenso proceso de reflexión en el que la maternidad ha dejado de pensarse como una cualidad femenina ligada a un instinto biológico, y ha sido considerada por ensayistas, escritoras y artistas como un acontecimiento de significación social. La problematización que acompaña cada uno de los artículos críticos del texto fue elaborada por académicas especializadas en los períodos y autoras que tratan; de ahí que sus fuentes sean vigentes y constituyan un aporte a los estudios que se han hecho sobre la maternidad en el campo artístico.

Claudia Maribel Domínguez Miranda

Universidad Autónoma

Metropolitana - Iztapalapa