Adolfo Castañón, Alfonso Reyes en una nuez. Índice consolidado de nombres propios de personas, personajes y títulos en sus Obras completas, México, El Colegio Nacional, 2018.

Treinta y ocho años después de iniciada la publicación de las Obras completas y treinta y cuatro años luego de la muerte de Alfonso Reyes (Monterrey, Nuevo León 1889 – Ciudad de México, 1959) se llegó al término de la edición de los veintiséis tomos en 1993. Un total de 13.404 páginas componen el legado alfonsino dado a conocer por el Fondo de Cultura Económica entre 1955 y 1993. No en vano, esta publicación es considerada el “proyecto editorial más complejo” emprendido por el Fondo en toda su historia (Díaz Arciniega, Historia de la casa. Fondo de Cultura Económica 1934-1996, 1996: 308); herencia a la que se suman los siete tomos del Diario, las ediciones críticas, las decenas de epistolarios, los informes y escritos diplomáticos, las traducciones en verso y prosa; además de las antologías y selecciones que han ido surgiendo desde los años en que Reyes vivió; así como las cátedras, conferencias, discursos, entrevistas, musicalización de poemas, estudios, grabaciones, obras y ediciones críticas que suman Páginas y Más páginas; sin dejar a un lado el trabajo realizado en El Colegio de México y El Colegio Nacional, instituciones que, junto con la Academia Mexicana de la Lengua, Reyes contribuyó decididamente a crear y fortalecer.

Reunir las obras completas de un escritor de la importancia de Alfonso Reyes, tal como lo establece José Luis Martínez en las “Consideraciones finales” del tomo XXVI, era necesario para ordenarlas en el “mausoleo condigno” con el propósito de hacer posible la elección, la valoración y el conocimiento del “panorama completo del jardín múltiple” (Martínez, Obras completas de Alfonso Reyes XXVI, 1993: 13). Los veintiséis tomos no exigen al lector que los lea todos, sino que tenga la opción de escoger de acuerdo con sus intereses. Para lograr explorar con libertad la vasta literatura alfonsina es fundamental establecer una carta de navegación. El gran reto consiste en determinar las bases de búsqueda y orientación necesarias en la diversidad de rutas posibles de lectura.

Las búsquedas del lector pueden facilitarse a partir de la creación de los índices: global, consolidado y analítico de las Obras completas; intención práctica que fue prevista por José Luis Martínez en 1993 al llamar la atención sobre el diseño de “un índice analítico acumulativo” (Martínez, 1993: 14); petición que fue secundada por Gabriel Zaid en 1999 al recordar la necesidad de establecer “la integración de los índices separados de cada volumen en otro volumen aparte, con una sola ordenación alfabética” (Zaid, “El futuro de Octavio Paz”, 1999: 16); propósito que materializó Adolfo Castañón con Alfonso Reyes en una nuez publicado por El Colegio Nacional en 2018, al proponer el Índice consolidado de nombres propios de personas, personajes y títulos en sus Obras completas, el cual puede ser eventualmente considerado como el tomo XXVII del legado alfonsino.

El agrupar los nombres de los veintiséis tomos en un solo índice consolidado responde a una intención práctica. En todos los casos los índices se ubican al final de cada uno de los volúmenes que hacen parte de las Obras completas. Para consultar las referencias afines de un nombre en particular, el lector no tiene más opción que la de revisar cada una de las veintiséis listas. Al reunir en un solo y mismo espacio los nombres propios de personas, personajes y títulos como lo ha hecho Adolfo Castañón en Alfonso Reyes en una nuez se le ofrece al lector la opción de ubicar en una sola búsqueda el conjunto de las referencias indagadas, aunque éstas remitan a tomos distintos. De esta forma se abarca con una mirada la recurrencia de nombres.

Mediante este índice consolidado, el lector puede relacionar aspectos tales como: autores (escritores, científicos, artistas), personajes (literarios, mitológicos, religiosos y populares), personas (de relevancia histórica, amigos y parientes), y títulos (libros, periódicos y revistas), esto es, las lecturas personales de Alfonso Reyes. Así por ejemplo, para un autor como Luis de Góngora y Argote, poeta español del Siglo de Oro que aparece citado 537 veces en las Obras completas, es dable observar su presencia en veintitrés tomos y sendos libros. Así por ejemplo:

Tomo I: Sobre la estética de Góngora; tomo II: El derecho a la locura; tomo III: Los orígenes de la guerra literaria en España; tomo IV: III. Las Musas menores, El índice de un libro; tomo VI: Rosas de Oquendo de América; tomo VII: Góngora y la gloria de Niquea; tomo VIII: Sobre mis libros (A. N., en Buenos Aires); tomo IX: El argentino Jorge Luis Borges; tomo X: Teoría prosaica.

Según esta aproximación es posible vislumbrar cómo el poeta español fue motivo de reflexión para Alfonso Reyes en arte, filosofía, historia, lingüística, literatura y política; en géneros tales como: artículos, ensayos, estudios, epistolarios, discursos y poemas. Además, se pueden establecer relaciones comparativas con: Antonio de Nebrija y la importancia de la gramática de la lengua castellana, las influencias en la obra de Mateo Rosas de Oquendo, la biografía de Francisco de Quevedo, de cómo la estética llevó a Descartes hacia su concepción sobre la armonía matemática del universo, las analogías técnicas con los poemas de Stéphane Mallarmé, las penurias económicas que aquejaron a Rubén Darío, la historia de la Amada inmóvil de Amado Nervo. Asimismo, es permisible seguir los rasgos autobiográficos en los relatos sobre las experiencias de lectura en el Ateneo de la Juventud en México; sus amistades con Pedro Henríquez Ureña, Miguel de Unamuno o Jorge Luis Borges; las horas dedicadas al estudio y traslado del Polifemo sin lágrimas al momento de sufrir el cuarto infarto.

Con Alfonso Reyes en una nuez de Adolfo Castañón es factible determinar también las lecturas de Alfonso Reyes sobre Luis de Góngora; destacan: A la armada que el Rey Felipe II, nuestro señor, envió contra Inglaterra, Comedia del doctor Carlino, Comedia Venatoria, Congratulatoria, Fábula de Píramo y Tisbe, Las firmezas de Isabela, Letrillas y romances, Panegírico al duque de Lerma, Soledades. Además de estas obras, se dan las referencias de los libros que Reyes consultó sobre el poeta español: Apologético en favor de D. Luis de Góngora de Juan de Espinosa Medrano, Cartas y poesías inéditas de D. Luis de Góngora de Enrique Linares García, Don Luis de Góngora y Argote, biografía y estudio crítico de Miguel Artigas, Égloga fúnebre a don Luis de Góngora de versos entresacados de sus obras de Martín de Angulo y Pulgar, Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Góngora y Argote, Píndaro Andaluz, Príncipe de los poetas líricos de España de Joseph Pellicer de Salas y Tovar, Three translators of Góngora and other Spanish poets during the seventeenth Century by H. Thomas, Todas las obras de don Luis de Góngora de Gonzalo de Hoces y Córdova.

Esta afición por el poeta español se manifestó igualmente en las labores filológicas: Reyes se encargó del cotejo y edición de las Obras poéticas de d. Luis de Góngora, editada en París por Raymond Foulché-Delbosc, con base en el Manuscrito Chacón, pues advirtió ciertos errores de puntuación que hacían incomprensibles algunos textos; el trabajo consistió en unificar los acentos graves y agudos, como por lo demás lo hacía la imprenta española de la época, tal vez para suplir las deficiencias de acentos heredados de las ediciones latinas. Asimismo, preparó una edición de la Fábula de Polifemo y Galatea para la colección de la revista Índice a cargo de Juan Ramón Jiménez, en la que mejoró la ortografía y la puntuación para el uso del lector contemporáneo. En los últimos años de su vida, Reyes se dedicó a la libre interpretación de El Polifemo sin lágrimas; para efectuar esta labor hermenéutica se figura como interlocutor del poeta español, así como el conde Niebla lo fue para Góngora, con el objeto de facilitar la lectura de la fábula de la ninfa Galatea y el joven Acis, lejos de una factura cultista que obliga irremediablemente a los lectores a una previa exégesis textual.

Alfonso Reyes fue un hombre nacido para las letras. Su vocación creadora fue certera y decidida. Desde su primer trabajo publicado cuando tenía solo dieciséis años hasta su muerte, el “mexicano universal”, al decir de Jorge Luis Borges, creó una obra monumental en su extensión, compleja en sus derivaciones, ascendente en el espacio y en el tiempo. Nada de lo relativo al hombre le fue indiferente. Polímata y polígrafo, Reyes no solo fue creador de una obra, sino de “toda una literatura” –como afirma Octavio Paz; no fue un solo autor, sino todo un grupo, un sindicato de escritores representado en una sola persona–.

Mediante el uso de Alfonso Reyes en una nuez. Índice consolidado de nombres propios de personas, personajes y títulos en sus Obras completas diversas rutas de lecturas surgen como un manantial por seguir: bibliográficas, biográficas, filológicas, históricas, literarias y otras que vislumbre el lector por razones de investigación académica o simple curiosidad. Esta carta de navegación propuesta por Adolfo Castañón nos permite calar en la médula profunda de la obra de Alfonso Reyes para transitar por los laberintos de las Obras completas, a fin de relacionar elementos heterogéneos y recrearlos en el seno fecundo de un propósito estético.

Carolina Moreno Echeverry

El Colegio de Morelos

Crescenciano Grave, Walter Benjamin. Una constelación crítica de la modernidad, Cuadernos del Seminario. Modernidad: versiones y dimensiones, núm. 17, Universidad Autónoma Nacional de México, 2019.

Dividido en seis capítulos, Walter Benjamin: una constelación crítica de la modernidad, de Crescenciano Grave, se sumaría a los once libros que en México se han escrito sobre el autor alemán, hasta 2017. Ésta constata la tesis doctoral de Javier Sigüenza, Sobre la recepción de Walter Benjamin en México. Crítica, comentario y traducción, en la que se hace una exhaustiva y detallada compilación del trabajo hecho sobre uno de los autores más importantes de la filosofía del siglo xx y lo que va del siglo xxi. En ese mismo trabajo de investigación, Sigüenza dice lo siguiente:

“Crescenciano Grave inicia su contribución a la recepción de Benjamin en México con su texto Reflexión y crítica (1993), se trata de un comentario a la tesis doctoral de Benjamin sobre el concepto de crítica del Romanticismo alemán; más tarde profundiza en este tema, y otros, en su libro La luz de la tristeza. Ensayos sobre Walter Benjamin (1999); algunos años después, su labor avanza de manera cada vez más decidida hacia la crítica de la obra de Benjamin, como es posible ver en su ensayo La idea de la historia (2005) y La melancolía barroca (2007), en los que desde una perspectiva filosófica se aproxima a la idea crítica de la historia de Benjamin”.

Doce años después del último trabajo fechado por Sigüenza, Grave ha entregado una nueva suma sobre el autor de El libro de los pasajes. Si bien se trata de un trabajo muy amplio en referencia a la obra de Benjamin, no parece ser todavía una suma definitiva.

Los trabajos que pivotean el libro son La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica y El libro de los pasajes. Esto tiene implicaciones importantes. Recordemos, para empezar, lo que decía Bolívar Echeverría sobre la obra del alemán:

“Walter Benjamin ofrece en su obra innumerables claves para descifrar el mundo moderno, vías de acceso difíciles pero iluminadoras a los secretos que lo vuelven enigmático. Son claves que él explora despreocupadamente en sus primeros trechos y que asocia unas con otras en un tejido impreciso pero deslumbrante. En la obra de Benjamin predominan las aproximaciones (al romanticismo alemán, a la literatura de Goethe, a la poesía de Baudelaire, al teatro de Brecht, a la presencia alegórica de la modernidad en los paisajes comerciales de París). La reproductibilidad técnica de la obra de arte es, junto con la sustancia teológica del lenguaje humano, el concepto de lo barroco y el concepto de la historia, de los pocos temas que Benjamin aborda de manera sistemática”.

Estos primeros trechos, asociados en tejidos imprecisos, donde predominaría la aproximación –y la retirada– es el montaje intuitivo y concreto de Los Pasajes. Libro donde se arma un cuerpo de citas, referencias, breves comentarios que tienen como fin ser solo una materia bruta que los otros y las otras deben reconfigurar de forma infinita y diversa. Especie de ejercicio que simula una caminata por el bosque, donde todo es azaroso y, a la par, necesario. Aquello que observamos, perdemos, tomamos. No es solo una utopía proyectiva y democratizadora de este pensador, es también un hecho que tienen que ver con el pasado y con el acontecimiento del presente. Como sugiere Grave, en el presente la paradoja de la vida se acendra o purifica en tanto se despliega como escritura o, en la vida cotidiana, como montaje o encuadre permanente. Lo dice con precisión Baudelaire: “En ciertos estados del alma casi sobrenaturales, la profundidad de la vida se revela, entera, en el espectáculo que tenemos bajo nuestros ojos, por más ordinario que sea. Se convierte en un símbolo”.

¿Cómo tendría esto que ver también con el pasado? Recordemos que Benjamin no prioriza el mercado como escenario, sino el pasaje, por eso su sujeto dramático no es el comerciante, el burgués o el obrero, sino el flaneur, el y la que vaga por la ciudad. Desde esta perspectiva, siempre está en tensión con un lenguaje fetichista que debe descifrarse en la vida cotidiana y artificial. Como Grave lo detecta en los dos primeros capítulos de su libro, esto solo se consigue en las iluminaciones profanas o mundanas y en la atención que despierta la catástrofe diaria y permanente. Benjamin estructuralmente se dio cuenta de que este hecho flota sobre la permanencia de un campo alegórico que rompe los símbolos teologales de la tradición, casi de manera accidental, descuidada y hasta frívola. Sumado a lo anterior, Grave puntualiza y comprende bien que esto se debe a que toda mercancía tiene una estructura monádica, esto es, cerrada e incomunicable, así el regreso a una substancia sacra a través del lenguaje es imposible y, sin embargo, no puede ser eliminada la idea de una substancialidad del comportamiento hechicero o fetichista en cada día.

En esta parte de su obra, Grave trabaja esencialmente sobre Baudelaire, como al final de su libro lo hará sobre la interpretación de la obra de Kafka, para pasar de la idea de una constelación catastrófica y profana a la de una constelación enfangada y, en ese lodo, administrada burocráticamente. Concluye pues su trabajo con una idea desencantada: “La modernidad no es horrible por ser trágica; es terrible por hacer fracasar lo trágico”. Una idea que traduce una sentencia del propio Kafka: “La justicia nada quiere de ti. Te toma cuando vienes y te deja cuando te vas”.

El arco que va de Baudelaire (nacido en 1821) a Kafka (muerto en 1924) enmarcaría la catástrofe y la administración de la catástrofe que aún padecemos. Todas las salidas que esboza Grave en este arco y con estas referencias son individuales, azarosas o accidentales, dependen de una suerte y fe en el trabajo ilustrado y creador, que solo fisura o astilla la realidad, en busca de esa categoría que tanto gustaba a los frankfurtianos: la redención.

Todo esto se desprende, en cierta medida, de la lectura del Benjamin de los pasajes; pero al principio señalé que el otro texto que guía la indagación de Grave es La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. Acompañado de las Tesis sobre la historia y El autor como productor, esa tríada de un autor que ha llegado tarde al marxismo comunista, pero, como señala Echeverría, fuera quizá “el último en defenderlo, con una radicalidad que solo se equipara a la de Marx, potenciada por el utopismo fantasioso de Fourier, a quien tanto admiraba”.

Este trabajo de Grave se concentra en los tres capítulos centrales de su libro: “La decadencia del aura”, “La política del arte” y “La imagen dialéctica de la historia”. Si bien los textos son en gran medida de carácter monográfico, esto es, se reconstruye e interpreta el texto benjaminiano, ya hay esbozos de una teoría futura. En primer lugar, aquí hay un pensador extraño para quienes lo conocemos, oscila entre las categorías propias de la proletarización del trabajador industrial y una referencialidad al oprimido, una categoría de uso, muchas veces, abusivo en Latinoamérica. En este sentido, quiero terminar anotando una serie de interrogantes que provoca este libro: cómo se traduce la pérdida del aura en la politicidad de la vida moderna; cuál es el papel de Marx, en la hermenéutica presente sobre Benjamin; cómo es posible armar una constelación, para pensar la modernidad, entre Nietzsche, Schopenhauer y Benjamin. Dice al respecto Crescenciano Grave: “A diferencia de Schopenhauer, que ve el sufrimiento como irremediable, de la memoria selectiva de Nietzsche, Benjamin […] imagina su idea de la historia alumbrando la necesidad de preservar todo, tanto lo grande como lo pequeño, para que nada deje de comparecer en la redención. Todo esto desde el elemento diferencial que el fascismo impuso al sufrimiento humano”.

Carlos Oliva Mendoza

Universidad Nacional Autónoma de México